Opinión

Una pantomima

La Dolce Vita se estrenó en los años sesenta del siglo pasado, convirtiéndose en poco tiempo en una de las obras maestras de Federico Fellini, gracias a que representa de forma fidedigna la sociedad romana en la que vivió. Ese realismo, adaptado a su visión, hace de esta producción una pieza que resalta con luz propia dentro del panorama cinematográfico.
Hablar de una única trama, cuando se aborda está película, es difícil, pues tiene varias que se van sucediendo y que después de concluida encajan, como si se trataran de piezas que cumplen una función para otorgar una instantánea de aquellos años en la capital italiana. Al no tener una línea férrea que seguir, le otorga libertades que de otro modo no tendría, puede abordar varios temas sin resultar falsa.
Una de las cualidades de la cinta es su tono cáustico, este hace de la obra un elemento digno de estudio. No se guarda críticas a una aristocracia desfasada, que vive de espaldas al mundo, ensimismada en su pasada grandeza, se dedica a verse el ombligo un día sí y otro también en un espacio que considera suyo por derecho, es así que sus comportamientos son presentados de forma caricaturesca, porque es la única manera de dibujar a esa clase, desde la perspectiva del director, ya que otra imagen sería irónica e hipócrita. Además, apelar a la parodia le ofrece diversas herramientas que no poseería si le diera un tono más serio al relato.
Durante el transcurso de la obra nos queda claro que el personaje interpretado por Marcelo Mastroianni es el que da sentido a las acciones que tienen lugar a lo largo de la trama. Su desplazamiento por distintos estratos, hacen de él, el eje aglutinador de la visión crítica del autor, aunque muchas veces parece un hombre que vive de forma acelerada, absorbido por su labor periodística, y no tiene tiempo para sentarse a meditar, por eso, como elemento comunicante, su desenvolvimiento se convierte en la gran metáfora de la narración.
El fin de esta realización es desmontar mitos, la vida nocturna no es tan mágica como se quiere hacer creer, tampoco merecen una valoración extrema los miembros de la clase privilegiada, que ostentan el poder, su razón de ser es la de mantener un orden que solo tiene sentido desde su visión, puesto que se aleja de la igualdad que profesa el sistema en el que vivimos.
El enfoque que nos brinda esta obra es un buen alcance de lo que significó el cine para Italia en el siglo pasado y la forma de llevarlo a cabo, en donde ponían en práctica diversas técnicas que en muchos casos sentaban precedente. Su visión, si bien adaptada a la ficción, es una buena muestra de lo que significaba vivir en esos años, en donde se podían plasmar ideas de distintas formas y aplicar diferentes estilos, el espacio era partícipe de la materialización como elemento esencial del mismo, en resumen, consigue darnos pistas de un mundo distorsionado, alejado del actual, que parece que nunca hubiera existido.

Mitchel Ríos

Lume

Agli