Creatividad

Una charla cualquiera

La noche comenzaba a cubrir el firmamento; en el cielo la luna menguaba y la tierra se sosegaba a causa del aire frío. La gente andaba de forma pausada, meditabunda, taciturna y adormecida. Las luces de las tiendas iluminaban las puertas e interrumpían la tranquilidad de los bulevares.
– Un café –se dirigió a la mesa de costumbre-.
– ¿Solo? –preguntaron-
– Sí, un americano –respondió-
– En un momento lo atiendo –añadió el encargado-
La monotonía cubría todo, el sosiego…
– Disculpa ¿lo estás leyendo? –te preguntó un tipo que estaba sentado a tu derecha-
– No -respondiste en un acto mecánico-
– Pásamelo –agregó, lo cogiste y se lo entregaste.
– Gracias.
– No es nada –mientras alcanzabas el matutino observaste en letras resaltadas la fecha 20 de julio-
Esperaba a que le trajeran la bebida. Comenzó a revisar su agenda en el Smartphone, un trasto bastante útil –se decía-…
– Su café –Dijo el camarero-.
– No te hubieras molestado, con avisarme bastaba para ir a la barra a cogerlo –le dijiste-, agradeciste y no apartabas la mirada de la agenda, citas y más citas, llamadas y más llamadas, lo usual. Había una nota sobre realizar una llamada urgente –era el número de una chica que habías conocido en una sala de chat-, en tus ratos de ocio entrabas a esos mundos paralelos a charlar –se te daba por temporadas, había meses que no lo hacías-. En un archivo de texto tenías la conversación que tuviste aquel día.
– Hola.
– Hola, ¿qué tal?
– Bien, ¿Tú?
– ¿Qué haces por la vida?
– Trabajo, cómo todo el mundo.
– ¿Y tienes pareja?
– No, hace poco terminé.
– ¿Y eso?
– Por el trabajo, no me da el tiempo y para estar a medias con alguien mejor no estar, además, cualquier pretexto es bueno cuando alguien quiere terminar.
– Sí, en eso tienes razón.
– Claro, las relaciones pasan, pero el amor vuelve.
– Y que buscas en una pareja
– Que le guste el sexo, que sea sincero y que me quiera, no están en orden jerárquico, pero eso es lo que busco.
– ¿Y de dónde eres?
– De la tierra, ¿Por qué?
– Sólo por curiosidad.
– Esto parece un interrogatorio.
– Es para ir conociéndote sólo por eso.
En una de las conversaciones raras que habías tenido –llevabas entrando desde hace varios años, desde el 2006-, alguien te comentó que podía hacer a los solitarios encontrar pareja – ¿por qué no se aplicaba el truco ella? – por seguirle el juego le dijiste que lo demostrara haciendo que conozcas a alguien y dejaste de conversar.
– Muy bien. Vivo en un piso pequeño y tiene una vista preciosa al mar.
– ¿Te gusta el mar?
– Me encanta, en mi anterior vida debí haber sido un pato.
– ¿Cómo te llamas?
– Aitana y tú.
– Yo me llamo…, para lo que se te ofrezca.
– Te tomaré la palabra.
– ¿Eres usuaria recurrente de esta sala?
– No, llevo entrando hace dos días.
– ¿Eso?
– Una amiga me recomendó que entrara, comentó que era un sitio interesante.
– ¿Cuántos años tienes?
– 29.
– Yo tengo 23. ¿sales el fin de semana a divertirte?
– Sí, aunque eso de divertirse es un poco complicado, el sábado pasado salí con un chico de 39 años, es un tío con el que hago el tonto, pero como amante es un completo desastre.
La charla fue larga, interesante…
– Bueno…, tengo que ir a descansar, te cuidas.
– Igual, un gusto hablar contigo.
Mientras leías se fue terminando el café, una vez consumido, te levantaste y fuiste a la barra a pagar. Buscaste tu billetera en el bolsillo…
– Creo que me he dejado el dinero en casa…

Mitchel Ríos

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