Opinión

Una caricatura capitalista

Fernando León de Aranoa nos tiene acostumbrados a presentarnos excelentes películas, el año pasado no fue la excepción y nos ofreció El Buen Patrón, realización que hace gala de un humor ácido, en donde presenta a una serie de personajes que se caracterizan por llevar al extremo sus distintas interacciones dentro de las diferentes escenas.
Su trama es simple, en su desarrollo nos presenta a Julio Blanco, interpretado por Javier Bardem, dueño de una empresa que fabrica balanzas desde hace varias generaciones, todo va a pedir de boca, la empresa funciona a las mil maravillas. Sin embargo, tras ser nominada la entidad que representa para recibir un premio a la excelencia empresarial, se obsesiona con él, de tal modo que intentará que todo esté perfecto y nadie ponga en tela de juicio su labor corporativa, en tales circunstancias no le importará traspasar algunos límites que devendrán en una serie de acontecimientos inesperados.
Aparentemente, Blanco se ha preocupado toda la vida por sus trabajadores, es más, se jacta de que en su empresa todos son una gran familia, con este discurso consigue tener aliados en lugar de empleados, no obstante, en momentos puntuales, es un tipo egoísta que simplemente se centra en los réditos que puede obtener, no temblándole la mano a la hora de cortar cabezas, ya que por encima de todo está su bienestar, no piensa perder su estatus aun a costa de pisar a quien se le ponga delante.
El mundo de las balanzas sirve de metáfora a Aranoa para mostrarnos el orden en el que se desenvuelve el personaje encarnado por Bardem, de tal modo que cuando pierde esa armonía, su mundo se tambalea y deja a la vista sus complejos, cayéndosele la máscara de tipo bonachón, quizás este sea el apartado serio de un relato que busca en todo momento ser distendido y hacer reír al espectador.
Una vez concluido el visionado la pregunta que surge es ¿cuántos Julios Blanco existirán? Sé que esta obra es una comedia, llevando al extremo el comportamiento del empresario. Partiendo de esto, tal vez, habrá varios que tengan ciertos rasgos, esos del jefe que busca el mayor desempeño de sus trabajadores apelando al paternalismo, para lograr en su plantilla una dependencia más allá de lo meramente laboral.
Si en el mundillo empresarial hay personajes como el mentado en el filme, queda claro la manera en la que el sistema capitalista intenta enmascararse y desligarse del halo de deshumanización (explotación) que se ha ganado a lo largo de su existencia, por eso busca crear un relato campechano, cercano, para que sus subordinados se conviertan en sus socios y no sean simplemente unos curritos, con ello busca que se identifiquen con quien los mangonea, pierdan el sentido de clase, como si estuvieran ahí por la buena voluntad del jefe y no por su desempeño.
En resumen, El Buen Patrón es una realización que consigue otorgarnos el bosquejo de una sociedad que se mueve por los reductos de la doble moral, la hipocresía, la ambición y la precariedad laboral.

Lume

Agli