Opinión

Un final a la altura

Hace un par de días me instalé delante del televisor para ver el final de la serie The Big Bang Theory. A las veintitrés horas echaron el último capítulo de la temporada doce. El final me pareció forzado, sin embargo, con el paso de los días, he comprendido que ese cierre era el más adecuado, cualquier otro hubiera sido, simplemente, inapropiado. Reunir a todos los personajes en el lugar de siempre fue la mejor forma de ponerle punto final.
Se pueden escribir cientos de líneas con respecto a una producción que ha estado durante doce años en antena. Yo no me enganché con esta serie, que comenzó a emitirse en el 2007, hasta el año 2014. Antes, no me llamó la atención. Ver el mundo desde los ojos de los impopulares, los raritos o frikis, los listos que no se saben manejar dentro de la sociedad, no era un tema que me sedujera. En mi entorno, varias veces, oí comentarios sobre ella, la gente que la seguía me daba buenas referencias, a pesar de ello, pasé. Durante esa época, unos diez años atrás, estaba pendiente de otras series, a mi parecer más interesantes como Breacking Bad.
Usualmente, cuando vemos televisión, al pasar de un canal a otro, se termina en una cadena que al inicio no teníamos planificado ver, así fue como caí en esta serie.
Sobre acercamientos similares podría hacer un parangón con unos cuantos libros que inicialmente no tenía programado leer. Eso me pasó con la novela «La Noche es Virgen» de Jaime Bayly. Solía criticar a ese autor porque me parecía que sus libros eran de segunda, sin embargo, en una ocasión, discutiendo con mi pareja, formulé un comentario que obtuvo como respuesta: ¿Cómo puedes criticarlo si no has leído nada de él? En este punto tenía razón, había deslizado comentarios sin base, apoyados en cuestiones de empatía, más que en las literarias. Como no supe qué decir, me decidí por ir a una librería y comprar un libro de ese autor. Lo adquirí en una edición que estaba descatalogada. Cogí esa novela corta y después de concluirla, contra toda expectativa, me gustó, es más, podría recomendarla, porque su lectura es sencilla (se lee de un tirón), uno no se entrampa en ninguna línea y se pasa de forma fluida de una página a otra. Cuando terminé, no tuve argumentos para seguir criticando a su autor. Toparme con esa pregunta me permitió conocer un libro que, tal vez, en otras circunstancias, no hubiera leído.
En una de las tantas reposiciones de capítulos pasados de Big Bang (es usual que los canales rellenen su programación con episodios antiguos de distintas series), comencé a cogerle el gusto a sus historias. De repente, sin ser consciente, me encontraba sentado en el sofá esperando el estreno de los capítulos de sus nuevas temporadas. Primero los veía en versión original y una semana más tarde doblados al español. Algunas voces del doblaje me agradaban más que las originales.
En ese trance he estado cinco años, hasta este viernes en el que han retransmitido el último capítulo. Después de varios años y al llegar al final de ese camino, en donde pude pillarle la gracia a su trama, me quedé con la sensación de que es posible llegar a identificarse con las circunstancias de una serie y sus arquetipos. Al terminar de verla sentí un vacío, una sensación extraña, puede ser tonta, pero este sentimiento es real, entender que todo tiene un final y nada dura para siempre, es un proceso lento, espero digerirlo pronto, por suerte, repetirán los capítulos, por lo menos, seguirán entreteniendo mis tardes hasta que dejen de pasarlos por televisión.

 

Mitchel Ríos

Lume

Agli