Opinión

Un festival

De viaje por Donosti, hace unos meses atrás, salí a dar una vuelta y, de este modo, conocer alguno de sus atractivos. Quise ir por libre, sin dejarme llevar por recomendaciones, ir a mi aire (como se suele decir).
Mi alojamiento se encontraba cerca de la Playa de La Concha, uno de los lugares más visitados de esta ciudad, por eso no tardé en llegar a sus inmediaciones. Como tenía la tarde libre hice el trayecto a pie, quería hacerlo de este modo porque así se disfruta mejor de las vistas. Opté por recorrer todo su paseo marítimo, transitándolo de principio a fin. Al concluir la caminata, me dirigí hacia el casco antiguo, visité varias de sus iglesias e ingresé en diferentes bares, ahí supe lo que era un zurito (una caña pequeña), el resto de la tarde estuve de tapeo.
De vuelta al hotel recordé que la última película de Woody Allen, Rifkin’s Festival, había sido filmada en esta ciudad, aún no había tenido la oportunidad de verla, pero me generaba curiosidad ver cómo presentaba los parajes que yo había transitado, en su realización.
Rifkin’s Festival (Woody Allen, 2020), narra la historia de un profesor universitario retirado, Mort Rifkin, que acompaña a su esposa, dueña de una empresa de publicidad, al festival de San Sebastián en donde presentará su película un joven director francés para el que trabaja. Todo se irá retorciendo al surgir una relación entre la publicista y el director y a la aparición de una joven doctora que conocerá al protagonista.
Tenía una idea de esta producción porque en su autobiografía, A propósito de nada, el director habla de la forma en la que se llevó a cabo y como la planificó, así como los problemas que tuvo para encontrar a los actores idóneos para que encarnaran a los personajes de su historia. Su proyecto llegó a buen puerto gracias al buen hacer de su elenco y quedó, más o menos, satisfecho.
Es admirable que Allen habiendo cumplido 85 años siga en activo, en un documental expresaba que seguiría filmando todo el tiempo que le fuera posible, también explicaba que grababa una obra por año porque de ese modo, al hacer tantas, tenía más probabilidades de filmar varias buenas, esto es cierto (lo mismo se podría llevar a cualquier otra actividad).
Por lo demás, su mirada de la vida se mantiene intacta en esta nueva cinta, no defrauda a los que seguimos su filmografía, sin embargo, no será recordada como la mejor que haya hecho, no aporta nada nuevo, pero sí, tal vez, como su más grande homenaje al cine, porque está llena de secuencias que emulan escenas clásicas del séptimo arte. Es interesante ver representadas obras de Ingmar Bergman (Persona, El séptimo sello), Federico Fellini (Ocho y medio), Orson Wells (Ciudadano Kane), Luis Buñuel (El ángel exterminador), Jean-Luc Godard (Al final de la escapada) y François Truffaut (Jules et Jim).
Al verla pude reconocer muchos de los espacios que recorrí en San Sebastián. No obstante, la ciudad parecía otra, la fotografía que mostraba hacía que los colores resaltaran, el detalle era digno de una postal. Tras visionarla sentí cierta satisfacción al haber estado en la ciudad donde filmó esa creación, fue la primera vez que pisé el escenario de una de sus cintas, no me defraudaron sus vistas y espero, más adelante, seguir conociendo otras locaciones que ha utilizado el director de Annie Hall en el transcurso de su carrera.

Lume

Agli