Creatividad

Solo

Aquel lugar tiene un cielo completamente azul casi todo el año, en verano siempre está despejado y el sol parece colgado por un hilo diáfano al firmamento. La escena, para el que la observa por primera vez, resulta mágica. El astro semeja estar estático, como si se tratara de una fotografía o un gran cuadro que exhibe una paleta de colores que se complementan, que dan todo de sí para construir esa imagen característica.
Tendría que ponerse manos a la obra, como de costumbre, no se desanimaba, aun cuando ahora se veía forzado a faenar solo, antiguamente había más personas trabajando a su lado, pero debido al poco entusiasmo que causaba tal actividad, la tradición de transmitir la vocación, y el amor a la tierra, se fue perdiendo.
Estar en esas aguas no era lo mismo que en el pasado, aún en sus recuerdos se mantenían vivas las imágenes de los botes, había varias decenas cerca del puerto, como no recordar las veces en la que la mar crecía y era necesario tomar precauciones para que no chocaran entre ellos, también rememoraba cuando la bajamar hacía posible que se recorriera gran parte de la costa a pie, eran otros tiempos, mejores tiempos para él.
Todo se fue perdiendo, la sucesión de idas y venidas de los pobladores hizo que el rostro de la sociedad local cambiara. Pensaba en aquel verano en el que, como era habitual, muchos de sus colegas se fueron a la ciudad y no volvieron más. Él siguió trabajando y no se detuvo, vivía al día, no percibió aquel cambio, hasta que empezó a sentir la soledad.
Un día la empresa de transporte urbano dejo de brindar su servicio, no les salía rentable tener que desviarse por una o dos personas. El abandono de la ruta fue paulatino, al principio pasaban hasta tres buses cada hora, luego disminuyeron a dos, hasta que se quedó en uno, pero ni mandando uno solo por hora se sintieron a gusto, no valía la pena pagar a un chófer por una cantidad tan exigua de usuarios. Por eso la empresa hizo transmitir un comunicado en el que informaba de la decisión, lamentaban profundamente tomar esa medida, pero la gente debía entender que, si el negocio no daba beneficios, el ayuntamiento no estaba dispuesto a tener pérdidas y añadían que su presupuesto era limitado, ya les gustaría tener cientos de miles de euros, pero en su situación, ese no era el caso.
Desde ese día los pocos habitantes tenían que trasladarse en coche si querían ir a realizar cualquier trámite a la capital, en donde se encontraban todas las delegaciones de gobierno, así como las tiendas más importantes.
Así estaban las cosas, los servicios mermaban, pero el ánimo no decaía, hasta que, de repente, un día se llevaron el último cajero que quedaba, el banco arguyó que no era rentable tenerlo ahí, además, cerca, a unos cuantos kilómetros tenían una central, debido a fusiones y otras cuestiones que no explicaban a sus clientes, se veían enfocados en trasladar forzosamente esos bienes.
Recordaba que cuando cerraron la oficina de atención al público, hacía un par de años, el encargado le dijo que todo estaba motivado por el contexto, si este fuera otro, se lo pensarían, pero en las circunstancias actuales, no se podían dar el lujo de tener un centro en tal sitio. Sin embargo, en esta ocasión se enteró por la televisión, ni siquiera se dignaron a informar del porqué del traslado, todos estaban sorprendidos, aunque, en cierto modo, se lo esperaban.
Los reclamos no se hicieron esperar, pero al ser una empresa privada era imposible que las autoridades la obligaran a mantener servicios mínimos, no estaba en sus manos, por eso solo podían conminarla a quedarse de manera amistosa, como una indicación o ruego, pero no de forma tajante. Algún malpensado diría que simplemente hicieron el paripé, pues era inviable conseguir frutos de aquella iniciativa. No tenía más opción que ir, de vez en cuando, a abastecerse de efectivo.
Solo por temporadas, cuando muchos de los que se fueron, volvían por vacaciones, se llenaba el lugar, pero no era lo mismo, venían por unos días y luego abandonaban todo, dejando en silencio la plaza y las casas. Por lo general en esas fechas se cruzaba con mucha gente, todos le decían lo mismo: debería salir de ahí, ahí no había futuro, por su bien era mejor empezar de cero en otro sitio, la casa la podría mantener, como ellos, y podría volver las veces que quisiera. Cuando percibían su tozudez le decían que probara por un tiempo si no se acostumbraba podría volver y seguir como siempre.
Él seguiría ahí, lo tendrían que sacar a palos, era su lugar en el mundo y nadie lo movería, se sentía bien, aunque cada vez se encontrara más solo y con menos oportunidades. Era una forma de resistencia ante lo inevitable, él se sentía reconfortado de mantenerse en pie, ese carácter que demostraba era el acicate para no dar todo por perdido.
No quería dejar sus raíces, las piedras del pueblo le hablaban, eran parte de él, sus recuerdos estaban por todas partes, era su vida.
Esperaba que, en algún momento, todo volviera al esplendor pretérito y, de ese modo, surgiera una época de bonanza, de nuevos bríos, de nuevas esperanzas, en el que su pueblo se repoblara, como antaño.
Y así, hasta que llegue esa quimera, este ambiente (presente) se mantendrá estático y seguirá estándolo durante mucho tiempo, sin llamar la atención, pues nada parece que pueda cambiarlo, es estacionario, inmóvil, fijo, solo llamativo a la mirada del extraño, del foráneo que, tal vez un día, lo convertirá en un destino turístico.

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