Opinión

Resignificación

No hace mucho me puse a revisar una serie de películas de los años cincuenta y sesenta, algunos clásicos del cine. Una de las que cayó en mis manos fue De aquí a la eternidad (From here to eternity, Fred Zinnemann, 1953), ambientada en la época de La Segunda Guerra Mundial, para ser más precisos, semanas antes del ataque a Pearl Harbor, llevado a cabo por la armada Imperial japonesa. Su trama es intrincada, porque trata de desarrollar varias historias, cada una con sus particularidades, que se suceden al mismo tiempo. En ese contexto sobresale el medio militar en el que tiene lugar, pues, a decir de muchos críticos, hace una buena representación de él, además, aborda temas como el adulterio, la prostitución, la corrupción y el alcoholismo.
Durante el tiempo que estuve delante del televisor no dejé de pensar en la forma en la que se desarrollaba la obra, y como algunos de sus referentes y elementos, con el tiempo, habían cambiado de significación. Esto me generó la duda de si era justo juzgarla con los ojos del presente, porque la forma en la que se presentaban a determinados arquetipos y el uso de tópicos, me causaba cierto descreimiento sobre lo que estaba viendo. También llegué a pensar que sería imposible elaborar una realización así en la actualidad, sencillamente, porque la forma de plantear ciertos comportamientos, que eran aceptados en su época, hoy no se tolerarían.
A pesar de ello no dejé de ver el filme, me gustó, pero para ello tuve que dejar de lado las ideas preestablecidas que tenía. Para conseguirlo, la contextualicé, no le exigí cosas que no podía darme, por ejemplo: la igualdad de género, porque se puede observar que no existe. En todo momento, los puestos de mando y las riendas de las acciones las tienen en sus manos los hombres. La mujer es un adorno que no es dueña de su destino y está a expensas de lo que pueda decidir su pareja. Una vez que puse de mi parte para tratar de entender la propuesta, me resultó atractiva.
Volviendo a la obra, la interacción que tienen sus personajes en los distintos escenarios que se presentan, brindan una buena descripción del entorno, en donde se pueden ver sus bondades y los defectos que lo condicionan, debido a que, en determinados momentos, denuncian las injusticias contenidas en el mundo castrense, los castigos injustificados y las pugnas constantes, para ello hace uso de parlamentos que, de soslayo, esclarecen los nudos del relato.
Tras las últimas escenas, el desenlace resulta forzado, como si se hubiera querido encajar todo a la perfección y no dejar hilos sueltos que dieran, a la postre, interpretaciones erróneas, es decir, darle un final acorde a lo que se nos ofreció durante su metraje. No obstante, esto no mella el buen hacer de los personajes, quienes nos otorgan momentos destacables que dan emoción al relato. Su trepidante trama y actuaciones son elementos que justifican su visionado, por ende, el tiempo que le podamos dedicar a estar delante de la pantalla.

Mitchel Ríos

Lume

Agli