Opinión

Reinado efímero

Hace unos días murió Sean Connery, un gran actor que destacó por varios papeles en películas como, James Bond, El hombre que pudo reinar, La caza del Octubre Rojo, Marnie La ladrona, Los intocables de Eliot Ness, El nombre de la rosa e Indiana Jones y la última cruzada, por nombrar algunas. La primera vez que vi a este actor fue en el papel del padre de Indiana, lo recuerdo como Henry Jones, en donde acompañaba a su hijo en una aventura mística y pasaban un sinfín de peripecias para encontrar el cáliz que utilizó Jesucristo en la última cena. La manera en la que encarnó a este personaje hizo que se convirtiera en mi preferido por mucho tiempo. Sin embargo, después de haber visto más obras de su filmografía, su personaje Daniel Dravot en The man who would Be King, me resultó más logrado, pasando a ocupar el lugar del viejo Henry.
El hombre que pudo reinar (John Houston, 1975) se basa en el cuento, del mismo nombre, escrito por Rudyard Kipling. Su trama gira en torno a las aventuras de dos suboficiales británicos que aspiran a hacerse ricos, con ello en mente, se embarcan en dirección al legendario reino de Kafiristán con la aspiración de reinar en él, en esa tesitura, la buena fortuna los acompaña y parece que sus planes se cumplirán.
Reconozco que llegar a esta obra fue un proceso largo, no se me ocurrió visionarla de buenas a primeras porque es ese tipo de obras de las que sabes casi toda la trama (ya que es considerada como uno de los clásicos que sí o sí tienes que ver) y te parecen pesadas como para pasar un rato ameno. Una vez puesto al tema, comprendí que mi posición era errada. A pesar de que dura dos horas, resulta corta, debido a la química que traspasa la pantalla entre Sean Connery y Michael Caine. Este dúo hace que las acciones discurran de forma trepidante y consistente, ambos se complementan a lo largo del filme. No me imagino a otros en sus papeles, aunque, pude leer, que en principio estaban pensados para otros actores, pero, como suele suceder, por azar llegó a sus manos la labor de encarnar a los granujas Dravot y Carnehan, Connery y Caine, respectivamente.
Houston muestra a estos dos personajes desprovistos de toda moral, dos seres comunes y corrientes, fracasados e inadaptados que buscan el éxito alejados de aquel mundo que los apartó y despreció. Es así que toma como pretexto su ambición para describirnos sus andanzas y elaborar un producto, que ha pasado a la posteridad como uno de los mejores del séptimo arte.
La forma en la que se muestran en pantalla los paisajes, indica la destreza del director, sus recursos dan bríos a un guion que, si no es de los mejores que se han escrito, se acerca. Asimismo, en ningún momento resulta impostada la ficción, llegamos a comernos el cuento de que un par de perdedores logran notoriedad, gracias a su buena estrella. Al final, Dravot será recordado como un perdedor que llegó a reinar, a pesar de lo efímero de su gloria.

Mitchel Ríos

Lume

Agli