Opinión

¿Qué?, ¿por qué? y ¿quién?

Leer los estudios sociológicos de Emile Durkheim, Alessandro Baratta y Enrico Ferri es adentrarse en un mundo paralelo, porque se enfocan en analizar el comportamiento poco común y esquematizar las anomias, también plantean postulados para detectar a quienes tratan de hacer daño en la comunidad (efectúan diferenciaciones entre lo normal y lo patológico), como una forma de entender las motivaciones de los hechos repudiables y la forma de castigarlos. De forma didáctica plantean recomendaciones a tomar en cuenta por los encargados de velar por el buen hacer de la justicia y su cumplimiento. Todos confluyen en la idea de que imaginar un mundo sin criminales sería utópico.
Un asesino en serie, en una cárcel (norteamericana), se enfrenta a una sucesión de preguntas y, delante de dos agentes, comienza a narrar sus homicidios. El ambiente creado es amistoso, de esta forma hacen que se sienta seguro (dueño de la situación) y dé rienda suelta a su verborrea. De vez en cuando se detiene, durante esas pausas uno de los entrevistadores aprovecha para encauzar su continuidad realizando diferentes acotaciones (lo hace con cautela, no quiere perder el territorio ganado, hacerlo significaría echar a perder su trabajo). Los especialistas, entrenados en este tema, pretenden hacerse con las riendas del diálogo mostrando una actitud empática. Dejan de lado sus prejuicios, quieren adentrarse en su mente (entender las razones que lo llevaron a cometer esos actos deleznables) y así obtener la información necesaria para detener a sujetos que representen una amenaza para la sociedad, intentan elaborar perfiles que lleven a los agentes de la ley a ser proactivos y dejar de ser reactivos. Para tener un registro más detallado graban en cintas magnetofónicas sus intervenciones, luego las transcriben y las archivan con el fin de compilar una buena base de datos.
La serie Mindhunter se estrenó en 2017 y está ambientada en los años setenta del siglo pasado (toma como punto de partida el año 1977). A lo largo de sus dos temporadas trata de desvelar el perfil psicológico de los criminales que siguen un patrón, acuñando para ello el término asesino en serie. Para llegar a buen puerto en su trabajo deciden esquematizarlo y darle el suficiente bagaje teórico para ser tomado en cuenta en futuros análisis. Este estudio está a cargo de Holden Ford, Bill Tench y Anna Torv, cada uno cumple una determinada función, el primero es impetuoso y abierto a nuevas metodologías, el segundo es un agente con experiencia y la tercera proviene del campo académico, dando las pautas necesarias y enfoques funcionales a los problemas que se les presentan. Estos, respaldados por el FBI, cuentan con los medios suficientes para recoger las distintas muestras, como consecuencia se funda el departamento de Ciencias del comportamiento.
La serie nos muestra desde el inicio un aire metodológico, los efectivos buscan respuesta a la pregunta, un asesino ¿nace? o se ¿hace?, para ello tratan de remontarse a momentos significativos durante el desarrollo psicológico del sujeto observado, con el paso de las entrevistas encuentran antecedentes similares: todos proceden de familias disfuncionales. Este factor, sumado a otros, da como resultado seres rotos con una visión alterada de la realidad, esta barrera no les permite entender a cabalidad su medio. También nos expone el entrampamiento burocrático durante sus investigaciones y el morbo subyacente a su trabajo, que gusta más de lo macabro y degenerado, durante su desarrollo nos ofrece en sus entresijos el lado oscuro del comportamiento del hombre y como puede ocasionar daño a su entorno.
Su guion está basado en el libro: Mind Hunter: Cazador de mentes, escrito por John Douglas con la ayuda del redactor Mark Olshake. A través de sus páginas ingresamos en el pensamiento de Douglas (ex agente del FBI). Su tesis gira en torno a cómo llegó a convertirse en una voz autorizada para la elaboración de perfiles criminales, basándose en sus conocimientos de psicología criminal, su intuición y sagacidad deductiva. En todo momento deja claro que él brindaba asesoramiento, pero no detenía a los culpables, porque esa era la labor de la policía. Su lectura es sencilla, está escrito en primera persona, la voz del ex agente nos guía, no utiliza términos complicados, se avanza sin embrollarse en conceptos que pueden hacernos perder el hilo de su narración. Como introducción nos indica la manera en la que uno de sus colegas dividía el análisis criminalístico, formulando tres peguntas claves: ¿Qué ha ocurrido?, ¿por qué ocurrió? y ¿Quién lo ha cometido?, en base a ellas iniciaba un viaje a través de los confines ocultos de la naturaleza humana.

Mitchel Ríos

Lume

Agli