Opinión

Por un mejor futuro

Todos damos por sentado que nuestros derechos son inherentes a nuestra naturaleza, así lo recalca la declaración universal de los mismos, pero ¿qué pasaría si alguien nos suprimiera alguno? Pensarlo sería una barbaridad. Nos han recalcado, a menudo, que nacemos con ellos, como si su naturaleza fuera biológica y no artificial. Estos códigos, como tales, son dispositivos que se han ido adecuando con el tiempo, sumado a que su reconocimiento ha sido a base de esfuerzo y levantamientos, como la jornada laboral de 8 horas. Nuestro mundo gira bajo ciertos parámetros, estos le dan orden y forma, no obstante, funcionan en tanto los diversos estados se adhieran a ellos, los reconozcan y les den validez apoyando su espíritu.
Un tipo coge un megáfono para dar un discurso a un grupo numeroso de personas. Sorprende por sus dotes de buen disertador, no lee un papel, dice lo que le dicta el momento; esa espontaneidad hace ameno escucharle, pues hablar sin estar enganchado a un papel es una cualidad que pocos pueden lucir. La mayoría de seudo oradores (charlatanes) se mueve en los márgenes de sus folios, de ahí no salen, quizá tengan el temor de demostrar sus carencias ante el público. La gente vitorea sus frases, cada una les da esperanzas, muy necesarias en el contexto que viven (una época turbia, oscura, llena de sinsentidos), ese efecto los motiva a alinearse a su ideario, este pequeño triunfo consigue generar unidad entre los oyentes, a pesar de las diferencias, unidos podrán luchar para que se les reconozcan una serie de derechos. Finaliza su discurso y todo vuelve a la normalidad, él es consciente de que aún falta mucho trecho por recorrer.
La vida como activista de Harvey Milk está suficientemente documentada, se pueden ver videos y leer artículos en donde lo entrevistan, en todos ellos daba su visión del mundo, las ideas por las que luchaba y, asimismo, los medios por los cuales se podían llevar a cabo, aunque con ello tuviera que ingresar a los estamentos del sistema, porque consideraba que solo siendo parte de él se lo podía cambiar. La película Milk (Gus Van Sant, 2008) encarna este proceso. En su trama se observa su labor incansable por hacer visible los atropellos que sufrían ciertos grupos por su opción sexual: agresiones físicas, discriminación y, no conformes con ello, promulgar leyes que suprimieran sus derechos (aduciendo que no eran parte del proyecto de Dios y sus valores iban en contra de la familia). En esta tesitura destaca la figura de Harvey, como contraparte de quienes abogaban por esa injusticia.
Este tipo de cintas contribuyen a refrescar la memoria, a pesar de su carga política, porque es necesario recordar de dónde venimos, cada derecho que tenemos ha sido conseguido con esfuerzo, nadie ha regalado nada a ningún grupo, y a pesar de que en el presente parezca que todo es favorable, es necesario pelear para no perder lo ganado. Vivimos en una sociedad más o menos integrada, sin embargo, existen grupúsculos sectarios y reaccionarios que anhelan mutilar nuestros derechos, por medio de imposiciones, están convencidos de tener la razón de su lado, en desmedro de los que difieren de sus postulados, por eso mismo, a pesar de que ser comprometido esté mal visto, es necesario hacerle frente a cualquier atisbo de fascismo; no podemos olvidar la sangre que ha corrido para dar orden a nuestro mundo.

Mitchel Ríos

Lume

Agli