Opinion

PIGLIA

Leí a Ricardo Piglia en la universidad, en el curso de teoría literaria. La encargada de dictar la cátedra nos dejó para leer «Respiración Artificial», un libro que fue publicado a inicios de los años ochenta del siglo pasado, imposible de encasillar en un género literario, mezcla lo epistolar con la novela negra y aborda desde su peculiaridad la crítica literaria. En algunos pasajes nos muestra a personajes históricos, un recurso que utiliza el autor para que funcione la ficción.
En este curso leímos «Teoría de la Novela» de György Lukács y nos la repartieron por capítulos. Elegí el último para hablar, a grandes rasgos, de todo el libro. De esta obra me quedó la cita: «Felices los tiempos en que el cielo estrellado es el mapa de todos los caminos posibles, tiempos en que los senderos se iluminan bajo la luz de las estrellas. Todo en aquellos tiempos es nuevo y, a la vez, familiar; los hombres salen en busca de aventuras, pero nunca se hallan en soledad». El ejemplar describe la evolución de la novela, haciendo un recorrido del héroe, desde aquel que escucha la voz celestial -los dioses-, tragedia griega, hasta el que tiene que ir solo en el mundo escuchando a su voz interior -el demonio-, El quijote de la Mancha.
Otro autor que leímos en esa época fue Walter Benjamin -de él leímos una selección de textos elegidos por la catedrática-. Uno de sus textos fundamentales es «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica».
También leímos algún libro sobre la sociología de la literatura. Considero que toda producción literaria, independientemente de la ideología en la que surja, es un producto social, por lo tanto, hablar de lo social en la literatura es redundar en algo que está presente en todos los textos. Tuve alguna discrepancia por causa de este tema, se trataba de descontextualizar los escritos y hacerles decir cosas que no decían, no estaba de acuerdo con esa manipulación.
Cuando leí «Respiración artificial» sentí en cada línea el espíritu del tiempo circular. La novela era una sucesión de hechos que se repetían conforme iban pasando las épocas. Me gustaba la similitud que planteaba entre la dictadura de Videla -Jorge Rafael Videla, militar argentino que encabezó el golpe de estado del 24 de marzo de 1976, gobernó hasta 1981, ejerció represión en contra de los opositores políticos- y la de Rosas -Juan Manuel de Rosas, el caudillo de la confederación argentina durante el siglo XIX-. Descubrir lo borgeano en la novela, lo cíclico del tiempo, fue dar con el punto clave de su lectura, todo era más diáfano. Otro de los puntos fundamentales en esa lectura fue leer sobre el encuentro, ficticio, que se dio entre Kafka y Hitler en Praga, allá por 1909. Las palabras de ese encuentro son chispas que se quedan grabadas en la mente de Franz, luego dejará huellas de ellas en sus libros -como dice uno de los personajes, supo oír, supo ver en las palabras de ese tipo, la verdad y lo factible de todo lo que contaba-.
De Piglia leí algún libro más, leí «Crítica y ficción», un conjunto de conversaciones, reales o ficticias, que abordan diversos temas. Habla de William Faulkner, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Roberto Arlt, la novela negra, la narración en el cine, sus inicios como escritor y nos habla de su visión de la literatura. Este libro me empujó a leer a Roberto Arlt, leí «Los siete locos», también leí la segunda parte, «Los Lanzallamas».
Tenía planificado leer más textos escritos por Piglia para más adelante, no obstante, el día viernes seis de enero mientras estaba echando un vistazo a las noticias me topé con la información sobre su muerte, no puedo negar que me sentó un poco mal. Uno cree que este tipo de personajes no morirá nunca, siento que se pierde un gran exponente de la literatura latinoamericana, por eso sólo me queda decir, que la tierra te sea leve Ricardo Piglia.

Mitchel Ríos

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