Opinión

Pautas de entendimiento

La intención de retratar el modo de vida de una época, es decir, dejar un documento qué de fe de las costumbres, los comportamientos de las gentes que vivieron en tiempos pasados, ha sido un rompedero de cabeza para el ser humano. Los encargados de efectuar esa actividad enfocan de distinto modo sus planteamientos, algunos se deciden por idealizar el tiempo pretérito y otros deciden ser fieles a los sucesos que se dieron, bajo la premisa de ser comprometidos con su entorno. Ambas confluyen en la pretensión de aportar un testimonio crudo, sin filtros, para permitir a las generaciones futuras conocer de primera mano todo ese conjunto de eventos y, de esa forma, hacer un juicio más certero, diáfano, obteniendo ideas esclarecedoras a partir de ellos.
Una obra que se centra en representar un aspecto de una época, en forma de comedia, es La regla del juego (La règle du jeu, Jean Renoir 1937), los personajes que aparecen en ella son diversos, personificados de acuerdo al estrato que escenifican, dan colorido a todo ese entorno. Los ambientes naturales son un buen marco para desenvolvimiento de cada uno de los intérpretes. Con la libertad suficiente consiguen hacernos partícipes de una historia que mezcla la crítica social con la sátira. Una buena forma de no resultar pesado a la hora de lanzar el mensaje en el que se enfoca, ridiculizar los comportamientos de sus actuantes.
El siglo pasado nos ha dejado miles de vestigios culturales en diferentes aspectos del quehacer humano. Tal vez el que más beneficiado se vio por la evolución de las técnicas de conservación fue el cine. Los artistas se sirvieron de los avances científicos para hacer más duradera su creación, por eso no debe sorprendernos que obras realizadas hace casi ochenta años se puedan ver con claridad, gracias a diversos métodos de restauración, y mantengan la frescura de cuando fueron publicadas. Los tiempos cambian y la forma de percibir una realización que se enfocó en un momento de la historia también. Me hubiera gustado pertenecer a ese grupo de personas que fueron los receptores primigenios de la película de Renoir, esos que estuvieron en su estreno. No puedo cambiar mi forma de verla desde mi posición, tampoco puedo pretender ponerme en los zapatos de un ciudadano de los años treinta del siglo pasado. El querer imaginar cómo fue el modo de percibirla en ese tiempo sería iluso, aun fantaseando con ello quedaría estropeada por mi forma de organizar los datos y mi experiencia en el mundo real.
El director en la cinta nos describe un ambiente peculiar, al inicio se encarga de aclarar que todos los personajes figurantes en ella son producto de la ficción, no representan de ninguna forma los usos y costumbres de esa época, esta aseveración es una forma de quitarse cualquier problema de encima, en el caso que alguien se sienta identificado. En su historia muestra la cara más frívola de la clase dominante, conformada por personas inútiles, vanidosas, incompetentes, hipócritas y superficiales. La máscara de inocente narración, que combina la comedia y el drama, oculta una crítica mordaz a esa denominada clase alta. En su interior se encarga de parodiar su comportamiento, siendo el culmen, la secuencia de la cacería, su puesta en escena y el despliegue de los invitados, realzan ese sainete. No obstante, no solo se enfoca en ese grupo, también se representa a las personas de la clase menos favorecida que aspiran a tener un amo. Esta gente modesta imita de una forma patética los principios, la moral, la ética y la conducta de sus superiores, tomándolos como paradigmas a seguir.
Dentro de su trama ironiza con los prejuicios y los estereotipos, hace hincapié en el egoísmo que demuestra la clase privilegiada, ese comportamiento banal le hace perder de vista la realidad y deja de lado al resto por centrarse en sus intereses. Se recalcan de manera incesante las diferencias existentes, si bien, amos y criados conviven en el mismo ecosistema, el espacio en el que se desenvuelven es notoriamente distinto. Las aspiraciones de siervos y nobles son opuestas, unos buscan asegurarse el futuro y los otros disfrutar de su existencia insustancial.
El autor es sutil al guiarnos dentro del entramado que conforma el relato, no nos impone su parecer, nos da la libertad necesaria para elaborar juicios propios, por eso simplemente se encarga de sacar a la luz los entresijos de ese mundo, uno con reglas propias y un ámbito singular. Se escuda en la ficción para otorgarnos una instantánea de ese periodo, los años previos a la Segunda Guerra Mundial, tal vez esto explique los hechos que se sucedieron, si los personajes hubieran tomado otra posición los eventos hubieran acaecido de otro modo, no se hubieran alzado movimientos fascistas que trajeron destrucción al mundo.
Esta obra cumplirá ochenta años en el 2019, sin embargo, ha llegado a nosotros en perfecto estado, gracias a distintos procesos de conservación, siendo posible visionarla en todo su esplendor. Haciéndonos partícipes de esa perspectiva que tenía su realizador de la sociedad en la que se desenvolvía. Esta película seguirá trascendiendo. La técnica, la forma de dirigir, así como, los distintos artificios que utiliza el director, le dan los suficientes ingredientes como para considerarla una obra imprescindible dentro de los estudios sobre cine.

Mitchel Ríos

Lume

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