Creatividad

PASEOS

Los paseos por el parque eran aletargados, taciturnos; a causa del aire frío metía sus manos en los bolsillos. A veces, sentado en un banco, miraba desde una posición alejada la forma en la que el mundo se desenvolvía, anhelaba ver el tiempo transcurrir, si era rápido —mejor—.
La gente se reunía para realizar diversas actividades. Algunos hacían deporte con aparatos colgados del cuello —mientras los observabas especulabas sobre el tipo de artefacto, tal vez un podómetro, un geo localizador, un medidor de actividad física u otro elemento útil para hacer más eficaz su desenvolvimiento corpóreo—.
Dentro del parque se encontraban diversos museos, cada uno con temáticas diferentes, el más interesante —a su parecer— era el de arte moderno. Al entrar era usual ser aconsejado sobre la forma de realizar el recorrido, para ejecutar esa labor las encargadas se ubicaban en la puerta de acceso. Se dirigió por donde le habían indicado. Era una exposición de un pintor alemán, había cuadros de diferentes tamaños, todos eran conceptuales. Cómo es usual en este tipo de muestras se deben tener ciertos conocimientos previos —lamentablemente no los poseía, por eso no entendió nada. Encontrarse delante de cada obra y no enterarse, resultaba incómodo—. Trataba de pasar algunos minutos delante de las piezas artísticas para aparentar algún dominio del tema y de ese modo engañar a los demás asistentes.
Salió de aquella galería, caminó hasta el lugar donde se encontraba la laguna, deseaba acercarse y ver a los cisnes. Mientras se acercaba se cruzó con gente que estaba haciéndose fotos. Eran turistas de diferentes países y la única manera de guardar un recuerdo de su paso por aquel espacio era retratándose con todo el paisaje de fondo. Antes de malograrles alguna toma se detuvo —le daban las gracias por ese gesto—, sin embargo, no todos se detenían y echaban a perder ese recuerdo. Se acercó a la orilla para admirar a las aves. Algunas hundían la cabeza en el agua, otras hacían intentos inútiles de levantar vuelo, a eso se añadían las que esquivaban a los botes, pensaba en Teresa Raquin. Mientras divagaba decidió apartarse y seguir su recorrido.
Otras de las zonas llamativas era el teatro de los títeres. En una representación contempló a una muñeca tan real que parecía una mujer durmiendo —eso le puso la piel de gallina—; después de verla detenidamente pudo darse cuenta del error del inicio. Estaba acercándose a la entrada cuando se encontró con un letrero en donde informaban de la suspensión de las representaciones por lo menos durante un mes. Preguntó a un tipo la razón de aquel hecho, este le informó de las remodelaciones que estaban llevándose a cabo, con cierta tristeza tuvo que marcharse.
Durante el camino de regreso vio a varios chicos paseando mascotas, llevaban seis u ocho perros con sus respectivas correas, serían de esos paseadores profesionales, solían cobrar por horas. Pensó en el agobio de los chuchos por ir así, con poca libertad de movimiento. Saltaban, jugaban, de agobio nada, se divertían con el paseo.
Estaba sumido en sus pensamientos hasta que fue interrumpido por un coche de la limpieza. Le daba la tranquilidad de caminar sin estar mirando el suelo. En algunos lugares era obligatorio hacerlo —se miraba más el suelo que otra cosa— por esa razón se reclamaba un mejor servicio; por lo menos más eficiente, más en lugar de satisfacer esos requerimientos la empresa encargada prefería realizar huelgas. La compañía consideraba que el trabajo que efectuaban era de alto nivel, por eso demandaban mejoras salariales. Al suspender su labor consideraban que lograrían un mejor ambiente laboral, sus reclamos estaban sustentados en los constantes menosprecios por parte del ayuntamiento. La huelga se hacía notar, la basura estaba amontonada en los contenedores, los lugares de reciclaje estaban colmados, las aceras tenían excremento de mascotas. Sin embargo, estos desechos debían de ser recogidos por los dueños de los canes, pero no lo hacían, preferían dejar ese recuerdo para el agente de la limpieza.
Sonó nuevamente la bocina de ese coche, varias personas se hicieron a un lado, más adelante otras tantas también. El camino era peatonal, pero si indicaban que uno debía apartarse era necesario obedecer.
Se estaba acercando a la salida, los recuerdos volvían, nuevamente el ambiente taciturno lo abarcaba todo. Se daba cuenta de lo cerca que se encontraba la salida; se comenzaba a ver la estatua de un escritor, se hizo una foto a su lado un día caluroso, la guardó con aprecio, era un tesoro de esos envueltos en afecto.
Al salir se cruzó con una muchedumbre, a partir de esa hora la gente iría en aumento, había elegido un buen momento para estar ahí —pensó—, luego se haría pesado transitar. Caminó hasta chocar con una gran reja, evitó una garita, en donde se encontraba un tipo encargado de la seguridad del lugar, y se retiró.
En la carretera esperó a que cambiara de color el semáforo —había llegado a su fin el paseo de esa semana—, la luz cambió, se puso en verde y atravesó por el cruce de transeúntes. Se dirigió a una de las calles próximas —una cuesta—, recorrió un trecho, mientras, sus pensamientos volvían al espacio de los títeres —lo bien que quedaría con las reformas—, tendría un mejor color cuando reabrieran, volvería a la siguiente semana, vería desde fuera el avance de las obras, se sentaría en la hierba o en algún banco —dependería del clima. La luminosidad sería un indicador de la mejoría del tiempo, regresarían los buenos ánimos, en su recorrido apreciaría a los excursionistas, a los deportistas, a las aves —alguna se daría un buen chapuzón en la laguna e infructuosamente trataría de volar—, sería interrumpido por algún ciclista, algún despistado le pediría información sobre alguna zona puntual del recinto, quizás le solicitarían alguna recomendación sobre los museos, les indicaría el de arte moderno —no los defraudaría—, las encargadas sabrían darles las pautas para realizar un mejor visionado de la muestra. Tendrían que detenerse unos cuantos minutos para entender el concepto representado en esos tonos cromáticos.

Mitchel Ríos

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