Opinión

Otra vuelta de gag

El mejor periodista del Chicago Examiner decide abandonar su puesto, se va a casar y quiere embarcarse en otros proyectos, alejados, eso sí, del mundo rotativo. Sin embargo, esto no será posible porque su jefe, el editor del medio de comunicación, no quiere dejarlo ir, considera que es una pieza fundamental en el andamiaje del periódico. Es así que pone en marcha varias triquiñuelas para mantenerlo a su lado, otorgándonos una serie de escenas memorables. Esta es la trama de Primera plana, película de Billy Wilder de 1974.
La obra nos adentra en el mundo de la prensa, mostrándonos sus entresijos y el modo en el que los periodistas hacen lo que sea para obtener una primicia y así lograr que su medio tenga las ventas más altas y destaque por encima del resto. Para conseguir esto el director elabora un entramado en la que sus personajes combinan lo grotesco con lo cómico, mostrando sin tapujos los tejemanejes del poder que, para conseguir su fin, se sirve de una prensa en decadencia, conformada por individuos sin escrúpulos que hacen de una actividad tan respetable un remedo de sí misma. Es por eso que, en tales circunstancias, el cuarto poder solo busca el titular grandilocuente en lugar de informar verazmente.
Los medios, en la ficción, son conscientes del modo en el que alteran las noticias, llegando incluso a inventárselas, se sienten dueños de la legitimidad para proceder como les venga en gana, sin pensar en las consecuencias de la información que publican. Se han dado cuenta que están dentro de un negocio y, como tal, este tiene que mantenerse para poder seguir cobrando, buscan estar alineados del lado que los subvenciona, aun a costa de dejar por los suelos su buena reputación, porque su fin no es informar, sino manipular la opinión del público.
Además, la realización añade el toque crítico, haciendo uso del humor negro, para posicionarse con algunos temas peliagudos, dejando en evidencia, gracias a este ardid, a una serie de arquetipos que eran endiosados por el ciudadano de a pie. No se corta a la hora de mostrarnos la ineficiencia de la policía, los vicios judiciales y la ambición de los políticos, mostrando a todos estos como manipuladores, ventajistas que venderían hasta a su madre para satisfacer sus ambiciones.
El guionista se burla de todo, pero sutilmente, no es exprofeso en su mensaje. Destacando el discurso de aquellos que ven rojos por todas partes y el peligro que esto puede traer a la democracia y las banderas, los adalides del sistema no pueden dejar que estos traigan la podredumbre a su territorio, por eso tienen que hacer todo lo que esté en sus manos para alejarlos y, si es posible, exterminarlos, porque solo aspiran a implantar un orden negativo para la ciudadanía.
En resumen, el gran logro de esta producción es hacer que reflexionemos sobre el poder que pueden ostentar los medios de comunicación y el peligro de estos si actúan de un modo especulador, alterando la verdad para servir a sus intereses.

Lume

Agli