Reseña

Oposición por edad

En ocasiones nos reuníamos con amigos a charlar y discutir sobre diversos temas. No éramos un grupo preparado, nuestras aseveraciones se sustentaban en puras especulaciones. Estas reuniones no se planificaban, eran espontaneas, y los temas surgían sobre la marcha. El tema fetiche que más nos seducía versaba sobre música.
Yo era el menor del grupo, me gustaba juntarme con gente adulta, aprendía más, esa sensación no me la brindaban los chicos de mi edad. Los más veteranos tendrían diez o quince años más que yo; cuando hablaban de música sentían que las melodías del pasado eran mejores que las actuales, solo bastaba con escuchar en las emisoras y percibir la diferencia.
Solía quedarme en silencio. Me hubiera gustado poder intervenir del mismo modo en aquella época, pero no podía hacerlo, no estaba demasiado acostumbrado a hablar con propiedad.
En cierto momento, parecía que se ponían de acuerdo afirmando que era complicado hacer una comparación entre el presente y el pasado, eran épocas distintas, los gustos, como toda cuestión particular, no tienen por qué mantenerse invariables en el transcurso del tiempo, no se debe ser purista en asuntos que no dejan de evolucionar.
El más viejo del grupo argumentaba: Visto lo visto, en lugar de avanzar, las nuevas producciones van retrocediendo, si no, para corroborarlo, basta con escuchar atentamente los sonidos de la radio, sentarse lo más cómodamente posible y sentir como se acerca cada nota, de ese modo se puede dar un juicio certero, sin contaminación. Algunas letras —sostenía— eran poesía hecha canción, enamoraban y transformaban todo lo que tocaban, eran caricias en forma de sonido. No sé si era por la manera tan rotunda con la que elaboraba su juicio, pero me parecía que era verdad, la música que defendía, sonaba más elaborada.
Algunas voces discrepaban: Las melodías actuales no son malas, son diferentes, marcan un estilo distinto a su predecesor. Lo mejor que se puede hacer es no comparar épocas, ensalzando una en desmedro de otra. Actuar de ese modo es ser simplista y produce juicios cerrados —sin ánimo de ofender—, contra ellos hay poco por decir. Obcecarse en determinados puntos de vista solo consigue interiorizar ciertos aspectos, una parte pequeña del todo que nos conducirá a tener opiniones falsas.
Cuando uno de los jóvenes trataba de hablar y si no iba en la línea de lo que se discutía, la frase más utilizada, por los mayores, era: Vosotros que vais a saber. Estas palabras retumbaban y eran una sentencia contra la que se podía decir poca cosa. Escuchen atentamente, cuando os decimos que algo es bueno es porque es así, no existe una discrepancia posible. Los jóvenes, como vosotros, solo escucháis música para tontos. Cuando se hacía tarde nos retirábamos, cada quien se dirigía a su domicilio. Hasta la próxima vez.
Durante mucho tiempo, le di vueltas a esa frase: Vosotros los jóvenes no sabéis nada. Cuando comencé a entenderlo mejor, me parecía que se subestimaba a alguien menor porque se consideraba que la edad daba la potestad para hacerlo.
De aquellas discusiones al tiempo presente han pasado varios años, varios grupos a los que se desdeñaba en esas charlas por su estilo musical han pasado a ser ejemplos de calidad, alguno dirá que es causa de la modernidad líquida.
No era consciente del paso del tiempo, uno se considera diferente al resto, estaba a mi bola, hasta que una vez le hice escuchar la lista de mis canciones del móvil a un colega y este me dijo: no sabía que te gustaban las canciones viejitas; estas palabras me dejaron frío, no obstante, sé que el tiempo pasa para todos, nadie puede contra él, todos envejecemos y cambiamos.
En un libro de García Márquez leí que uno sabe que se está haciendo viejo porque cuando se mira en el espejo, nuestro reflejo se asemeja a la figura de nuestro padre, quizás ese espejo en el que me estoy reflejando me está ofreciendo esa imagen…

Mitchel Ríos