Opinión

Obsesión

Dentro de cuatro paredes se pueden hacer realidad los más sublimes deseos o dejar salir el lado oscuro de nuestra personalidad. En una lucha constante con el mundo exterior estas pueden ser un refugio; un espacio donde podemos sentir la libertad de no ser observados.
Todo lo que pasa dentro de sus fronteras es un secreto que se mantiene en la complicidad de los actores que han participado de sus misterios, por eso, se puede dar rienda suelta a los trastornos y dejar salir a los fantasmas que durante el desarrollo de nuestra vida social se encuentran censurados, controlados, ocultos detrás de la máscara con la que caminamos por los senderos, para poder pasar desapercibidos ante los ojos inquisidores del otro.
En una casita ubicada en un pueblo alejado de la ciudad, una mujer vive aislada del mundo —el paisaje que rodea la vivienda es acogedor, un lugar ideal para apartarse del ambiente acelerado y estresante de la metrópoli moderna—. La lectura de novelas románticas es el eje en torno al cual gira su vida, está sola y tiene una existencia anodina; tiene en buena estima al escritor de esas novelas por eso se considera su fan número uno. Por casualidades de la vida, salva de una muerte segura al narrador al que admira. Lo lleva a su domicilio y al ver que está mal herido le da los cuidados adecuados, para ello acondiciona un cuarto en donde podrá recuperarse.
Durante el tiempo en el que se encuentra convaleciente, el poeta —como ella le llama—, le hace saber lo idealizado que lo tiene y el profundo afecto que hacia él siente; sin embargo, al leer la última novela queda trastornada; el personaje con el que ella se identifica muere y eso es algo que no se esperaba, considera desde su perspectiva que el acontecimiento es una tragedia. Encara al creador del libro y le hace notar lo trágico que es; ella no entiende razones y a partir de este punto todo lo que era fraternidad se convierte en hostilidad, se siente traicionada y en sus manos está el hacer justicia.
Esta actitud de un lector hacia el autor de un libro puede ser exagerada, pero ¿qué pasaría si algo así sucedería?, en el mundo de la ficción es posible. La película Misery de 1990, basada en la novela del mismo nombre escrita por Stephen King, dirigida por Rob Reiner aborda este tema, una seguidora perturbada, Annie Wilkes, interpretada por Kathy Bates (ganadora del Oscar a mejor actriz por este filme) mantiene retenido en contra de su voluntad a su novelista fetiche Paul Sheldon, personificado por James Caan.
Esta historia es una muestra de lo que puede pasar cuando una obsesiva compulsiva logra tener en sus manos al objeto de su deseo —pasa de demostrar afecto por el objeto a comenzar la destrucción del mismo—. Se desarrolla en una acogedora casita de campo, un espacio típicamente familiar, en dónde se manifiesta su estado psicótico, sometiendo a torturas al narrador que ideó la muerte de Misery.
En las ferias de libros se ve a muchos escritores en stands para firmar sus publicaciones, el número de personas que se dirigen a solicitar un autógrafo varía en función de lo mediáticos que sean; nunca me puse a pensar si en alguna de esas filas, habría un seguidor que se considere el fan número uno del autor, dispuesto a hacer de todo para obtener la atención del firmante.
Es difícil entender lo que puede llevar a alguien a tal extremo, confundir la ficción con la realidad y buscar las respuestas existenciales en un libro de ficción, familiarizándose con personajes que nacen y mueren dentro de los límites de la mentira que ha sido creada por un escritor; no obstante, quizás en algún lugar del mundo exista alguien con alteraciones mentales que considere que todo lo literario es verdad.

Mitchel Ríos

Lume

Agli