Opinión

Obra demencial

Hace poco pude ver, tras varios intentos, El gabinete del Doctor Caligari (Robert Wiene, 1920), un clásico del cine mundial. Las referencias, y la fama, que tiene esta película es enorme, asimismo, ha inspirado cientos de artículos y de interpretaciones. Conforme han pasado los años, desde su estreno, se ha colocado en un puesto relevante, ya que inició un camino que, posteriormente, otras cintas han seguido.
Su historia nos narra la aparición misteriosa del enigmático doctor Caligari en un pequeño pueblo alemán, llevando a cabo un espectáculo ambulante en dónde presenta a Cesare, un joven sonámbulo que tiene la habilidad de predecir el futuro. Ante la novedad, un par de amigos se acercan a probar suerte, sin embargo, esto desencadenará una serie de sucesos escabrosos, alterando la vida apacible de la comunidad local.
Comprobar que esta realización tiene más de un siglo de vida es singularmente llamativo, pues la manera en la que aborda un tema como la locura resulta casi actual. Ese modo de plantear una historia desde la mirada de un trastornado, es sin duda su cualidad más destacable. Fue un gran acierto que hicieran de este su leitmotiv, por eso mismo sus decorados impactan, se aprecian vanguardistas, rompen los esquemas de lo que se esperaría de una producción cinematográfica.
La presentación caótica de su ornamentación, a veces rozando lo surrealista, es sin duda el puntal fundamental del andamiaje con el que se construyen sus ideas, dejando claro que estos están dispuestos de este modo para dar énfasis al planteamiento oscuro de su argumento, estos elementos que en otra obra resultarían simplemente un añadido inmóvil aquí, en la fantasía de Caligari, da sustancia a las escenas que se están observando. Sus curvas y casi nula simetría dan la sensación de que acompañan en sus movimientos a los actores, por instantes resulta efectista y crea el espejismo de que se altera conforme se inquietan los personajes.
Pocas obras empiezan por el final y esta es una de ellas, solo nos damos cuenta de ello conforme nos vamos adentrando en su trama, un relato de terror que destaca por su aspecto visual, en donde su director demuestra inteligencia y reflexión artística, esta forma de presentarla fue la que hizo que tuviera un gran impacto, convirtiéndose en un film imperecedero que trasciende debido a que aguanta diversas lecturas conforme se visiona.
La fama que precede a esta gran obra le hace justicia. Su planteamiento novedoso, así como, la forma de abordar una historia perturbadora, hace de esta un documento histórico de los inicios del cine, en dónde se percibe la influencia del teatro, ya que está dividida en seis actos que, para un espectador moderno puede ser un sinsentido, porque corta el ritmo de la narración. No obstante, una vez que uno se acostumbra a su propuesta, resulta entretenida, el uso del escenario y la manera en la que se cuenta la historia consigue atraparnos. En resumen, todas sus cualidades nos dejan la sensación de estar delante de una película atemporal.

Lume

Agli