Opinión

Monserga

En un lugar asolado por una lluvia copiosa, tres personas mantienen una conversación, hablan de la naturaleza del hombre, de su dualidad, de las medias verdades que, a menudo, se dice asimismo para hacer más llevadera su existencia, no se ponen de acuerdo, cada uno tiene una idea predefinida, basada en sus experiencias, sin embargo, coinciden en algo fundamental, quizás el mundo no tenga salvación, pues todo lo que toca el ser humano lo destruye, aunque tenga las mejores intenciones, el resultado no varía, acaso no dicen que de buenas intenciones está lleno el infierno, porque antepone sus intereses personales en detrimento de los del resto.
Año 1950, se estrena la película Rashomon, obra fundamental en la filmografía del director japonés Akira Kurosawa, en ella utiliza la voz de un leñador, un sacerdote budista y un peregrino, personajes disímiles entre sí que dirimen sobre el proceso judicial en que se juzgó a un bandido, mató a un señor feudal y violó a su esposa. Durante el litigio somos testigos de la declaración de cada uno de los implicados, estos narran los hechos desde su perspectiva, adornándolos para deslindar su culpabilidad y evitar cualquier castigo.
Los hechos más nimios pueden devenir en catástrofes, una mirada, un guiño, una palabra mal vocalizada, cosas ínfimas, lo que, en ocasiones, no llama nuestra atención, puede ser más trascendental de lo que creemos. Solo sabremos su alcance al conocer el desenlace, el resultado de aquel punto inicial. En este sentido en la realización nipona se muestra como una insignificante circunstancia puede traer consigo una sucesión de eventos deleznables que trastocan la existencia de quienes participan en ellos.
Por otro lado, la realidad es lo que nosotros interiorizamos e interpretamos, se sustenta en nuestra naturaleza, en nuestro modo de enfrentarnos al otro. En Rashomon, un incidente puntual genera distintos relatos, cada uno basado en la intención de quien lo narra, por eso, lo resaltante en esta película es la crítica a los que se sienten dueños de la verdad y a quienes consideran que existe lo absoluto en las palabras que formula una persona. El ser humano es dual, ya que, así como se ve en las distintas escenas de la cinta, en su interior conviven ideas nobles y oscuras, por eso mismo es fundamental la intención de quien formula un discurso, pues se verá empapado por sus constructos y su modo de percibir el mundo.
Al final, es cierto, no se entiende nada, ¿cómo de un mismo hecho pueden existir tantas versiones?, cuando lo que sucedió solo debería tener una explicación. La verdad se eleva y debería ser la luz que guíe al hombre, sin embargo, cuando esta se manipula con un afán individualista, egoísta, se trastoca el espíritu de su valía, no puede ser que esta dependa de quien se apropia de su relato, en tal situación, ciertamente, todo carece de sentido. No obstante, no todo está perdido, habrá seres que nos devuelvan la esperanza, la fe, en tales circunstancias valdrá la pena que el sol salga de nuevo.

Lume

Agli