Creatividad

Material delicado

Revisando su mail se topó con un mensaje enviado por un remitente extraño. Al principio pensó en seguir las indicaciones de los expertos, denunciar, no abrir el mensaje, borrarlo, sin embargo, la curiosidad pudo más y, confiando en su suerte, quiso escudriñar el mensaje recibido, se dijo que quería entender, aprender, quien le había enviado un mensaje sin conocerlo.
Lo abrió y, por un momento, no percibió que pasara nada raro. Tuvo cuidado de no dar clic en ninguna parte de la ventana. Al inicio se identificaba el que lo había enviado, pero lo que le chirrió fue el cuerpo del mismo, se sintió consternado, no era posible que se dirigieran a él en un tono cuasi amenazante.
Alguien le decía, literalmente, que tenía en su poder un video de él grabado con la cámara de su portátil, añadiendo un par de palabras soeces, haciendo cosas que nada tenían que ver con su trabajo y, no solo eso, añadía, que había capturas de su actividad en el ordenador.
Cuando leyó esto pensó en cómo era posible, sí él no había percibido nada extraño durante su trabajo en el ordenador, no le saltó ningún aviso, ni tampoco se fijó en que la cámara estuviera encendida (en su ordenador solía iluminarse un led verde cada vez que se activaba). Se sentía en una situación singular, si era verdad que tenían un video de él, la pregunta se formulaba sola: ¿sería en una situación comprometedora?, era improbable, este equipo era del curro —lamentó haber abierto el mensaje.
Así, volvió a revisar el escrito, se fijó que, en las últimas líneas, después de una serie de amenazas, de mandar el contenido a sus amigos, pareja e hijos, indicaban una forma de pago, tenía que ingresar en una cuenta, o wallet, bitcoins por el valor de diez mil euros. Al hacer la transacción, el receptor de la suma sabría que había sido realizada, le prometían que borrarían el contenido, de tal modo que no quedaría ninguna huella del mismo.
No salía de su incredulidad, nunca se imaginó que alguien lo tuviera en el punto de mira, no era un pez gordo, es más tenía un sueldo risible comparándolo con el de aquellos a los que solían apuntar.
¿Cómo conseguiría el dinero?, ¿sería verdad que no quedaría rastro del contenido?, ¿qué le aseguraba que esos extraños no se guardarían una copia?
Había leído historias de personas a los que les pasó lo mismo, muchos no aguantaban tal situación y terminaban suicidándose, otros se dirigían a la policía, pero era difícil dar con el entramado de extorsionadores, más bien aceleraban el envío del material a la gente cercana, siendo sometidos a un linchamiento social, ya que eran personas probas y tenían que guardar una imagen.
No dejaba de darle vueltas, y si era en una situación que no recordaba, era difícil —se dijo—, quería convencerse que era así, de repente sería en una situación privada. Antes estaba convencido de no haber hecho nada delante de este portátil, ahora, con el nerviosismo, lo dudaba.
Comerse el coco no le sentaba bien. ¿Cómo habían dado con su correo?, ¿tenían una base hecha con toda su información?, tenía muchas preguntas, le jodería que esos videos, de los cuales no sabía su contenido, llegaran a gente que conocía.
Volvió a pensar si en algún momento la cámara estuvo encendida, no sabía cómo era el funcionamiento de la misma en ese equipo, para salir de dudas se puso en contacto con el área de servicio técnico, era tarde, pero tuvo suerte y encontró a uno de los técnicos en la oficina, le preguntó sobre el asunto de las cámaras a lo que le respondieron:
Las cámaras de los portátiles con los que trabajáis, están deshabilitadas, queremos evitar, con ello, que el equipo sea utilizado para actividades que no tengan nada que ver con el trabajo, por ejemplo, una videollamada.
Esto, en cierto modo, lo tranquilizó, entonces era mentira lo del video, y ¿lo otro?, lo de haber grabado su actividad en el ordenador, ¿también sería mentira?
El técnico, añadió, si se diera el caso de que algún usuario quisiera tocar la configuración nosotros lo sabríamos.
Dio las gracias por la información y colgó.
Volvió a revisar el mensaje, ahora con la sospecha de que se lo habían enviado para ver si caía y les pagaba, pensó en los infelices que terminaban haciéndolo. Quizás eran enviados a destajo, no sabían quién era el receptor del mensaje, solo les bastaba con dar con alguien que tuviera cosas que ocultar. Con él se habían equivocado —pensó—, él no tenía nada que ocultar, se consideraba una persona transparente, no vivía una doble vida, lo que veían en él era lo que había, no obstante, todas sus maquinaciones mentales se las hubiera ahorrado si no abría el mensaje, era cierto, mejor seguir las recomendaciones de los expertos.
Había sido un error pensar en que lo conocían, era su primera vez en tales circunstancias, por eso el nerviosismo le pudo. De ahora en adelante sería imposible, estaría preparado, no volvería a caer en esos jaleos, le quisieron tomar el pelo y eso, no le sentó bien. Comprendió que no valía la pena seguir moviéndose de forma infantil por aquel mundo virtual, era mejor cortar por lo sano, tomar precauciones, se dio cuenta de que estaba expuesto a peligros como en el mundo real, era como si hubiera perdido cierta inocencia, pues comparando lo virtual con lo real, tenían muchas similitudes. Desde ese momento, para evitar cualquier mal entendido, comenzó a pegar un pósit encima de la webcam.

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