Opinión

Instinto invisible

Hay historias que consiguen marcarnos con su propuesta, nos trasladan más allá de nuestra butaca, raen nuestra superficie y generan momentos irrepetibles. Esos instantes son difíciles de explicar, las palabras no alcanzan.
Si me propusiera describir esa impresión, trataría de adaptar mis palabras al entorno y produciría un texto menor. No cabe duda, sería una empresa ardua, no podría estar al nivel de lo percibido, quedaría inacabado y recluido en los márgenes de la significación de los vocablos.
Una película que me causó sensaciones encontradas fue El hilo invisible (Phantom Thread, 2017, dirigida por Paul Thomas Anderson), por casualidad me acerqué a ella porque el papel principal lo desempeñaba Daniel Day-Lewis, uno de los mejores actores de los últimos tiempos. La presentación que nos hace de su personaje es lenta, nos dan los pormenores de su forma de ser, así como sus decisiones para continuar con su trabajo.
A primera vista, una narración que aborde la historia de un modisto, no es atractiva, sin embargo, en este aspecto hace su aparición la mano del director. Con su forma de dirigir logra transportarnos por senderos que recorren los arrebatos del comportamiento humano, mostrándonos las carencias y los senderos tortuosos de la existencia, a la par de mostrar la manera en la que, en circunstancias determinadas, algunos seres se aferran a otros de manera enfermiza.
El problema del protagonista es mantenerse a la vanguardia, seguir creando expectativa con cada uno de sus diseños. Cuando llega al cenit de su proceso creativo se da de cara con el mundo real, su entorno perfecto merma quedando expuesto lo ilusorio de su espacio —uno de apariencias—, ese ambiente en el que se desenvuelve y en donde se destaca a costa de pisotear a los demás, por eso se percibe como falso; no obstante, dentro de la trama todo esto funciona, no falta ni sobra nada. El medio está dispuesto para llenar nuestra imaginación de sutilezas, esta argucia proporciona una experiencia gratificante. Consigue generar un rédito tal que suministra un momento especial durante su visionado.
Dentro de la película existe un hilo que no vemos, uno que mantiene unida cada una de sus partes, como si de una producción textil se tratara. Las escenas serían los paños, las situaciones que se van presentando las hebras, los nudos las agujas y los diálogos las puntadas, elementos desperdigados al inicio, pero que, conforme se avanza en el relato, confeccionan un entramado impecable sustentado en la actuación de sus personajes.
Cada palabra, cada toma, cada uno de los elementos exteriorizados, no son efectuados al azar, tienen un fin: conseguir nuestra atención. Esos instrumentos nos transportan por múltiples senderos, causando confusión al inicio. Una primera lectura de las maquinaciones puede ser equivocada, si nos perdemos en ellas no conseguiremos entender el mensaje de lo que se nos cuenta, pero si descubrimos el hilo conductor podremos movernos sosegadamente, sin correr el riesgo de distraernos en el trayecto del argumento.
Reynolds Woodcock es un personaje taciturno, ligado profundamente al recuerdo de su madre, su talento es único para vestir a sus clientes, su rutina es inalterable, sin embargo, al llegar la noche, en la soledad, se atormenta con la evocación de la figura materna, la idealización que ha forjado de ella lo hace débil, lo confunde, lo coloca en una posición desvalida, a expensas del medio, pierde el control de la situación. Sin esperar nada especial conoce a Alma (Vicky Krieps), una chica sencilla, de pueblo, a quien de forma imprevista convierte en su musa, por la alegría y bríos renovados que a su vida trae.
Hasta aquí es una historia más, la típica del hombre maduro que se enrolla con alguien más joven que él, a pesar de esta primera impresión, el trance es más complejo, existe un sustrato escondido, inalterable; saldrá a la luz cuando se deje llevar por la ventura, en este punto se hace presente lo maniqueo de la narración, se da a conocer la parte maquiavélica del contexto. Se crea una situación extraña entre los amantes y se fragua una simbiosis entre ambos, ella, cansada de los maltratos, quiere vengarse, pero no de cualquier forma, sino volviéndolo dependiente de sus cuidados, para este fin envenena los alimentos de Reynolds, así consigue desarmar a ese tipo déspota. Sin embargo, en lugar de apartarse de ella, se une aún más, porque siendo dependiente es feliz, es como volver a su infancia. El fantasma (recuerdo) de su madre vuelve a la vida, se convierte en la figura de Alma, en alguien de carne y hueso. Se podría decir que es una relación sadomasoquista, pero esta es más profunda, su placer no solo es sexual, sino que se esparce por todos los aspectos de su existencia.
La cinta es un entramado que se mueve por esa relación extraña, tal vez sean felices de esa forma, cada persona es un mundo y se adapta de distinta forma a las necesidades de su realidad.

Mitchel Ríos

Lume

Agli