Creatividad

Hola. ¿Cómo estás?

El paso de la estación estival a la invernal le sentaba fatal. Sí tuviera la oportunidad de elegir entre el verano y el invierno, quedarse con uno, preferiría el primero, sin dudarlo. Aunque hubiera bichos por todas partes, era mejor a la sensación gélida, tener las manos y la nariz heladas, con el frío penetrando en sus huesos, era inaguantable.
Dejando de lado su desidia, ese día se levantó dubitativo, meditabundo, en un estado tal que apenas le apetecía salir de casa.
En tales circunstancias, se sentó en el sofá y observó en la mesa contigua su móvil. Desde la noche anterior lo había dejado ahí, lo cogió y se puso a revisarlo de forma mecánica, sin tener muy claro lo que buscaba. De repente, al entrar en el apartado de sus contactos se topó con un número que pensaba haber borrado. ¿Por qué seguía conservándolo? —se inquirió—, tal vez al no ocupar espacio y a lo frágil de su memoria lo pasó por alto —con esta respuesta mitigó su curiosidad.
Con el número en la pantalla, dudó entre deshacerse de él o comunicarse, ¿le llamaría?, no, esto era demasiado brusco —se dijo de forma rotunda—, era mejor ir poco a poco, mandaría un mensaje, sin saber lo que continuaría si recibía una respuesta.
Le dio varias vueltas a lo que escribiría, mandaría un hola o un hola, ¿cómo estás?, nunca antes un mensaje tan extenso hizo que alguien se devanara los sesos de ese modo.
Hola, ¿cómo estás?, ¿todo bien? —fue el mensaje por el que se decantó al final.
Una vez enviado surgieron varias interrogantes, ¿Se alegraría?, ¿se retrotraería a sus buenos tiempos?
Si la charla iba por buen camino, le propondría ir a tomar una copa o, simplemente, salir a dar una vuelta. Tenía en mente entablar una conversación interesante, en la que cedería las riendas de la misma, ya que las afirmaciones y elucubraciones de él no daban pie para refutarlas, solía sacarle filo a cualquier idea.
Esperaba volver a sorprenderse, quedarse sin palabras, no saber que decir.
En una de sus últimas salidas se dio cuenta de que solo lo buscaba cuando estaba mal, si estaba bien, sus encuentros no se daban, no pensaba en él. Cada vez que se venía abajo y su estabilidad emocional estaba por los suelos, cogía el teléfono, llamaba y quedaban, era la mejor compañía para sus malos ratos. Había pasado mucho tiempo desde aquella vez. Esperaba, tras mandar el mensaje, que no tuviera en cuenta su alejamiento, dejó de buscarlo cuando comprendió que únicamente lo hacía para llenar huecos en su vida, una vez satisfecha esa necesidad, continuaba con sus actividades de forma normal. Al comprender su actitud egoísta, porque aquel ser no era un objeto y no merecía ese trato, puso fin a sus reuniones de manera unilateral, tal vez, en ese momento hubiera sido mejor comentarlo, sin embargo, no se lo planteó, simplemente se alejó.
Mensaje entregado
Una vez le dijo para tener algo más serio, en el plan, me presentas a tu familia y yo a la mía, así formalizamos, pero le respondió con una de sus salidas típicas, no es necesario —espetó y añadió- estamos bien como estamos —esta respuesta le pareció de lo más pueril y preguntó— ¿qué somos? —sin demasiados aspavientos fue replicado en el acto— somos un par de colegas que se lo pasan bien —ante esto surgió otra duda— ¿cómo definirías lo nuestro? —su interlocutor sin pensárselo demasiado soltó la frase—, ¿Acaso no sabes tú que definir algo es limitarlo? —en ese momento buscó sus ojos con la mirada y prosiguió—, ¿para qué limitar lo nuestro?, ¿vale la pena hacerlo?
Esa fue la primera vez que escuchó la afirmación: definir algo es limitarlo. No se le había ocurrido hasta esa oportunidad, pero tenía razón —para variar— decir tal cosa es… era encasillarla en esos márgenes, no podía salirse de esos parámetros.
Era tan listo, no dejaba de asombrarlo, era un manantial infinito de aforismos. Se sentía atraído por su forma de ser, por la manera en la que se expresaba, esa rotundidad en sus afirmaciones, no obstante, dejando todo esto de lado, lo principal era que se sentía a gusto a su lado.
Al no tener respuesta el mensaje, volvió a intentarlo, quizás estaría despistado y no se habría enterado, con este nuevo intento, se daría cuenta y respondería. Se imaginaba que estaba esperando con impaciencia noticias suyas. Tuvieron algo especial, eso no se olvida tan fácilmente, por lo menos ahora que recordaba lo que vivieron sentía que era imborrable.
Sin llegar a definir lo que eran, la relación perdió fuerza, no se pudo hacer nada, llegaron al punto en el que se preguntaron ¿qué sentido tenía perder el tiempo? Fue así como cada uno tomó su camino, de vez en cuando hablaban, contactaban, quedaban para tomar algo, eran salidas eventuales, surgían, pero se notaba que cada quien hacía su vida por su cuenta.
Revisó el estado del mensaje, seguía como entregado.
A pesar del distanciamiento, en cada conversación seguía sorprendiéndose por las respuestas que recibía, era un reto para su inteligencia.
Durante el tiempo que estuvieron juntos, para no quedar mal, leía más que de costumbre, se empapaba de los temas que le gustaban, ansiaba seguirle el paso, no quedar como un memo, como un desconocedor de los saberes más elementales.
Mandó el mismo mensaje por enésima vez, no llevaba la cuenta, entró en bucle, de forma mecánica escribía y daba al recuadro enviar.
¿Cómo siendo como eres con otros, eres así conmigo?, era una pregunta que le rondaba en la cabeza para hacérsela, pero nunca llegó a expresarlo, ¿qué sentido tendría?, si lo hacía era probable que su imagen se desacreditara, por eso callaba, prefería conservar la magia, mantener ese aire de tener el control de las cosas.
El estado era invariable.
¿Cómo sería volver a charlar?, ¿estaría preparado?, ya no tenía el mismo interés intelectual que en aquellos años, ahora había dejado de lado los estudios, estaba más sumido en actividades mundanas, sin demasiadas expectativas culturales.
En ese momento pensó en el error que había cometido —crecieron las dudas—, hubiera sido mejor esperar a que él fuera el contactado, no al revés. Pero estas dudas pasaron, si todo fue tan bueno como lo recordaba, no valía la pena seguir distanciados.
El mensaje siguió con la coletilla de entregado, continuó con sus cosas, si en algún momento cambiaba de estado esperaba que el trasto aquel le avisara, sin embargo, su entusiasmo inicial decayó, ya no tenía aquellas las mismas expectativas, había olvidado lo que diría si el mensaje tenía respuesta.

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