Opinión

Herida abierta

Una película primordial dentro del cine italiano es Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945) porque es la precursora del Neorrealismo italiano. Su trama se desarrolla durante la ocupación de Roma por parte de los nazis, mostrándonos la forma en la que abusaban de su poder, ajusticiando a ciudadanos solo por su adhesión política. En tales circunstancias, la Gestapo, la Policía secreta oficial de la Alemania nazi, buscaba desarticular cualquier tipo de resistencia que pusiera en duda su superioridad. Es así que su historia se centra en narrar las desventuras del ingeniero Manfredi, encarnado por Marcello Pagliero, un comunista líder del comité de liberación nacional de Italia, al cual buscan incansablemente para, una vez capturado, interrogarlo y con la información obtenida dar un duro golpe al ánimo del pueblo.
Su guion está elaborado en base a relatos orales, recabados por el mismo director (Rossellini), Federico Fellini, Sergio Amidei y Alberto Consiglio, esa materia prima les permite llevar a la pantalla historias que traspasan lo meramente visual.
Su carácter documental es una cualidad en donde recae la sustancia de la realización, pues no se queda conforme con mostrarnos las imágenes, también denuncia sin medias tintas, al régimen opresor que se instauró en Italia, sustentado en una superioridad racial inexistente.
También sirve para dibujar el carácter de un pueblo que se mantiene firme en su decisión de no dejarse dominar, haciendo frente a unas fuerzas que, en muchos casos, los superan en poderío, pero que no consiguen tener ese espíritu de solidaridad y empatía que ellos profesan para con el prójimo. Los héroes del filme son seres comunes y corrientes, un ingeniero, un cura, una madre, que solo buscan el bien común, por eso se mantienen firmes en sus motivaciones y demuestran su convicción a la hora de plantarle cara al ruin déspota invasor.
Aparte del carácter acusativo de la realización (que es lo fundamental en su propuesta), algo a resaltar es, y no menos valorable, su fotografía. El manejo de la luz, indicándonos quienes son importantes dentro del encuadre de la escena, muchas veces se utiliza para proyectar y dar énfasis a la posición de los actores, siendo destacable el manejo de los claroscuros y la forma en la que los personajes se mueven por escenarios enmarcados, varias veces, en las penumbras.
Tras ver esta obra uno piensa en todo el daño que podemos llegar a hacernos entre los seres humanos, confiando en ideologías de odio que solo buscan el bienestar de unos cuantos, aun cuando para conseguirlo se tengan que violar los derechos de aquellos que no comulgan con sus métodos, poniendo en la diana a seres indefensos y que, muchas veces, solo aspiran a vivir en mejores condiciones.
Durante gran parte de su metraje, no dejé de pensar en cómo era posible que, en la actualidad, existan grupos que ensalcen el fascismo, que añoren su restablecimiento y, por consiguiente, que se persiga a quienes no piensan como ellos, deviniendo en acciones catastróficas para la humanidad, la implantación de órdenes déspotas. Sin duda, ver este tipo de obras hace que nos replanteemos muchas cosas.

Lume

Agli