Creatividad

Habitáculo 7

Cuando compró las entradas le prometieron que vería la mejor obra de su vida.
La puesta en escena se basaba en una novela que leyó y le sorprendió.
El guion fue escrito por un dramaturgo, famoso por sus adaptaciones.
Le interesaba ver el desarrollo del personaje principal, interpretado por un actor con muchas horas de actuación a sus espaldas, sería una buena oportunidad para verle en vivo —pensó.
En las taquillas le ofrecieron ubicarlo en un palco, al escuchar esta palabra imaginó que el precio sería elevado, sin embargo, se sorprendió al ver que no era excesivamente caro, esto se traía abajo sus prejuicios.
La empleada le indicó, al ver su sorpresa, que los precios estaban rebajados para atraer al público, además —señaló— cada uno de estos espacios tenía cuatro sillas, así como un perchero y una cortina.
Como observó su interés le dio a escoger un número, se decantó por el 7, la entrada era una pequeña tarjeta que venía con un código QR que, minutos antes de las veinte horas, tendría que mostrar para acceder al espectáculo.
La emoción de haber conseguido un chollo le hizo perder de vista que la función coincidía con una serie de manifestaciones en la ciudad, por eso, si quería llegar a tiempo, tendría que salir temprano de casa.
Las reivindicaciones en estas movilizaciones eran de su agrado, si hubiera sabido con anterioridad de su realización, habría participado, pues coincidía con sus reclamos.
El día señalado se dirigió al teatro, efectivamente, hubo manifestaciones, pero no se topó con demasiada gente, tal vez se debía a la hora —miró su reloj, cabía la posibilidad de que el grueso de asistentes estuviera de camino.
Al llegar al local esperó a que abrieran las puertas presentó el billete a los que controlaban el acceso, escanearon el código que tenía y le invitaron a ingresar.
Más adelante, otra encargada, le mostró por dónde debía dirigirse para encontrar su asiento, se sorprendió al ver que había comprado una entrada en un habitáculo.
—Usualmente no las suelen vender —espetó.
Para que saliera de dudas le mostró el tique que llevaba en las manos.
—Salvo error —respondió— aquí dice…
—Me resulta raro —insistió la encargada— esos asientos los suelen reservar para autoridades.
Tras analizar la entrada, y viendo que era correcta, le dio las pautas para acceder, dirígete en esa dirección —le dijo—, asimismo le dio varias indicaciones: como abrir y cerrar la puerta del habitáculo, el modo de colgar su chaqueta y como encender y apagar la luz, antes de retirarse, le dio una última pauta:
—La luz, una vez que empiece la actuación, tiene que estar apagada, ya que si está encendida suele molestar.
Asintió y dio muestras de haber prestado atención a sus palabras.
Mientras presenciaba la labor de los actores, comenzó a divagar en sus ideas.
De repente, se imaginó como si hubiera un solo asistente observando la puesta en escena. Una obra solo para sus ojos —se dijo—, tal vez sería de las mejores.
Su imaginación se elevaba hasta lugares indescifrables, al nivel de cualquiera que estuviera dormido.
La obra siguió, su sueño fue interrumpido al sentir que todo el mundo aplaudía, sin saber el motivo, comenzó a emularlos, no quería desentonar…

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