Opinión

Gusanos y hombres

Todo ser humano tiene un límite, puede aguantar los malos tratos durante mucho tiempo, pero llegará un día en el que se levante. En tal contexto, no estará solo, pues habrá gente que se identifique con su alzamiento, así, en masa, su voz se escuchará, conseguirán llamar la atención de quienes los tienen sometidos, aletargados, laxados dentro de una realidad en la que parece que nada puede cambiar y que, por el bien de todos, es mejor mantener las cosas como están. Nos han inculcado que el sistema en el que vivimos es el mejor que puede existir, no se puede poner en tela de juicio su valía, hacerlo sería signo de desconfianza. El establishment no quiere gente que dude de sus competencias, pero sí abre sus brazos a los sectarios, en su seno no hay lugar para los apóstatas, ya que se encarga de velar por nuestro bien. Por eso teme que el sentido común colectivo despierte, es fácil contener al individuo, no al pueblo, su voz es irrefrenable.
La película El acorazado Potemkin (Sergei M. Eisenstein, 1925), se basa en un hecho histórico ocurrido en junio de 1905 en el mar Negro, en dónde la tripulación de bajo rango del mejor acorazado ruso se amotinó en contra de los oficiales zaristas debido a las penosas condiciones en las que vivían.
En esta obra somos testigos de un expresionismo sustancial, en muchas partes alcanza un dramatismo excelso, construye un portentoso relato universal, por eso su mensaje trasciende, se mantiene vivo: solo con la solidaridad y la lucha contra la opresión será posible vivir en un mundo más justo. No nos presenta un único personaje, no se centra en un solo arquetipo, nos muestra un conjunto de representaciones que se funden con el pueblo, con los colectivos que sufren en sus carnes los atropellos de las clases dominantes. Para conseguir este efecto Eisenstein innova en la técnica del montaje, asociándola a una excelente estructura narrativa, logra el efecto caustico deseado gracias a su buena dirección.
Cuando uno se da cuenta de que esta película cumplirá cien años dentro de poco tiempo, causa una sensación extraña, pues no es menos importante el estar visionando una realización que está cerca de llegar al siglo de vida desde su estreno. Asombra el nivel técnico que tiene, su montaje y que, a pesar de sus limitaciones, la idea expuesta en su trama sea clara, es directo en el mensaje, no se va por las ramas, deja patente que su fin es mostrar la realidad de un grupo de gente que se alzó en 1905, por ese carácter que ostenta, conmueve y cautiva en igual medida.
No obstante, no es fácil verla, ya que, como espectador moderno, uno está acostumbrado a que las imágenes se muevan a otro ritmo, a otro modo de narrar y, de igual modo, a otra forma de presentar una idea en imágenes. Para poder disfrutar de esta producción es necesario prestar atención en todo momento, porque sus imágenes en determinados segmentos son trepidantes, si obviamos parte del metraje probablemente no entendamos lo que estamos viendo. Tampoco podemos perder de vista que, a pesar de estar inspirada en hechos históricos, es una realización cinematográfica, por lo tanto, es ficción.

Lume

Agli