Opinión

Gran publicidad

Hace un par de semanas, saliendo del metro de Sol, pude observar un enorme letrero que daba una serie de pautas, era un llamamiento, su longitud hacía imposible no leerlo, abarcaba casi completamente la fachada de uno de los edificios de la plaza, cualquiera que se encontrara por ahí ya sea viniendo por las calles Preciados, Montera o Del Carmen, podía admirar lo que ahí estaba escrito. El mensaje cerraba con la leyenda: Los favoritos de Midas.
Después de ojear el cartel, caí en la cuenta de que había leído durante esos días diversos artículos sobre una nueva serie que iba a estar disponible para ver en la plataforma de video por demanda, Netflix, y el título era idéntico al que figuraba al final de la promoción. Pude ojear también reseñas en diversos medios, tanto escritos como virtuales, además, me encontré con anuncios en las Redes Sociales, en pocas palabras, la empresa de Streaming estaba haciendo un despliegue propagandístico enorme, su fin, atraer la atención y hacer que la gente viera su nueva producción.
Yo, dueño de mi libre elección, me dispuse a ver la serie para, entre otras cosas, corroborar si era digna de un dispositivo propagandístico de ese calibre. A esto podía añadir que quería ver, por primera vez, una serie que se estrenaba, me ilusionaba ser parte de ese grupo, primigenio, de personas que ven una realización que con el discurrir del tiempo se vuelven de culto. Hasta ahora las mejores series que vi, las empecé cuando ya habían atraído la atención del público, entre ellos yo, eso me pasó con The game of thrones, The big bang theory, Breaking Bad, Mindhunters, Vikings. Obras que me coincidieron haciendo otras cosas, por eso no les presté atención desde el inicio.
Con esa idea en mente, planifiqué mi horario para dedicarlo al visionado de Los favoritos de Midas. Lo bueno, dentro de todo, es que, gracias a estar suscrito a estas plataformas (las de contenidos por demanda), uno tiene acceso a todos los capítulos de la temporada de sus producciones, en este caso, el de la serie en cuestión, solo tenía seis, cada uno con una duración de algo menos de una hora, por lo tanto, se podía ver fácilmente durante un fin de semana. Es así que la vi completa en poco tiempo.
La serie tiene un buen primer capítulo, desde mi punto de vista engancha, sin embargo, conforme pasan sus episodios se va diluyendo su propuesta, el misterio que nos quieren vender queda descuadrado debido a lo flojo de su guion, no voy a poner ejemplos, porque si lo hago la destriparía, tal vez haya alguien que la quiera degustar, y después de mirarla esté en desacuerdo con mi punto de vista, mi perspectiva no es absoluta.
Lo más rescatable de ver esta obra fue descubrir el relato de Jack London: The Minions of Midas, en el que se basa la realización de Netflix. La narración me gustó y me pregunté: ¿tan difícil era mantener el espíritu del texto en la serie?, los guionistas se tomaron ciertas licencias que alteraron, significativamente, la propuesta de London. Se lee de un tirón y te encandila con su ficción. Después de concluir su lectura, me quedé pensando en lo magnífico que sería llegar a ese nivel de redacción.

Mitchel Ríos

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