Opinión

Final épico

No es habitual que la crítica se ponga de acuerdo al calificar una película. Es difícil que los especialistas coincidan en sus opiniones porque las cuestiones en las que se enfocan son dispares. La unanimidad de criterios hace que pase a formar parte de un canon imprescindible, convirtiéndose en una pieza maestra.
Spartacus (Stanley Kubrick, 1960), entra en ese perfil. Se han escrito incontables textos sobre ella.
Algunos se han centrado en los hechos anexos a su realización: el cambio de director una vez iniciado el rodaje, la contratación de Daltón Trumbo como guionista, después de que no convenciera el trabajo de Howard Fast (autor de la novela, del mismo título, en la que se basa) o los entresijos que plagan el mito de su puesta en escena.
El papel principal lo interpreta Kirk Douglas, además de ser productor ejecutivo. La historia nos sitúa varios años antes del nacimiento de Cristo, una obra, por su estética y tema, catalogada como histórica, además se enmarca dentro del género Peplum; se ambienta en la antigüedad. La contraparte de Espartaco es Marco Licinio Craso, encarnado por Laurence Olivier, un general y político romano que se encarga de hacer todo lo que está en sus manos para sofocar el alzamiento de los esclavos que, contra todo pronóstico, han conseguido algunas victorias sobre sus ejércitos. Su máxima aspiración es irse a vivir a otro lugar, alejados del imperio opresor.
La única forma para conseguir su libertad es alquilando una flota de barcos, para ello deberán juntar dinero, quitándoselo a los que más tienen. La historia que se nos presenta en pantalla nos da la idea de la bondad de los integrantes del movimiento, no busca hacer daño a quien no se lo merezcan y todo aquel que comparta sus ideales se puede unir a su causa. Quizás esta sea una visión romántica de esa insurgencia.
El imperio romano no quiere mostrar debilidad, es consciente de las consecuencias funestas que puede acarrear el triunfo de ese levantamiento, de tal modo, que vea mermado su dominio. El general romano, Marco Licinio, considera que no solamente se están encargando de derribar una revolución, sino, también de combatir el simbolismo de la misma, representado por el personaje de Kirk Douglas. Evitar que trascienda será su mayor triunfo. Conseguir su extinción es algo más que apagar un incendio, es ganar una guerra y hacer patente su poderío, además, es demostrar al mundo que no existen resquebrajamientos en su autoridad. Su intención es borrar cualquier idea libertaría que se expanda como una infección dentro de sus fronteras.
Nunca vi completa esta película, por suerte, en esta oportunidad, puede verla y reconocer que estaba delante de una obra genial, donde diversas luminarias se reúnen y nos entregan una obra exultante, una realización épica que no deja nuestro espíritu sosegado, consigue en sus tres horas de metraje mantenernos pegados a la pantalla, se pasan rápido, con sus diálogos y escenas nos regalan un conjunto de grandes momentos que pasarán a la posteridad. La vi cómodamente en casa, no puedo negar que al final, solté unas lágrimas, las actuaciones son muy convincentes, el final es épico y a pesar de la derrota de nuestro héroe, todos somos Espartaco.

Mitchel Ríos

Lume

Agli