Opinión

Feria en la gruta

La opinión pública a menudo se ve influenciada por la prensa, el papel de este poder y su desempeño producen diversos efectos en la comunidad.
Una película que se enfoca en presentar su lado perverso es «El gran carnaval» (Ace in the hole, Billy Wilder, 1951). En su trama se describe el mundo del periodismo sensacionalista, el que se centra en la anécdota y lo mediático, dejando de lado su noble papel para convertirse en amarillista, buscando titulares y haciéndolos llamativos para captar la atención del ciudadano de a pie, su contenido se basa en rumores, sin contrastar las noticias que publica, muchas veces su función es la de perjudicar a los opositores de su línea editorial. Sus encabezamientos son provocativos, es consciente que llamarán la atención en los puestos de periódicos; la gran mayoría los comprará, sin ahondar en el tema.
Todos estos defectos se ven personificados en Charles Tatum (Kirck Douglas), un periodista venido a menos, debido a sus malas decisiones. Su carrera profesional ha sufrido varapalos y ha sido confinado a trabajar en un diario sin fama ni prestigio. Aspira a dar el gran salto, es decir, conseguir la noticia de su vida, esa que eleve su carrera a lo más alto y lo revista de gloria, encumbrándolo al éxito sin voces discrepantes.
Este filme supuso el primer fracaso comercial en la carrera de Wilder, el tono crítico y su crudeza al mostrarnos a un protagonista sin escrúpulos, oportunista y con un comportamiento manipulador, iba en contra de la idea que se tenía en aquellos años de la prensa. El público norteamericano de la década de los cincuenta del siglo pasado, consideraba a los periodistas como figuras honradas, sin comportamientos egoístas que fueran en desmedro de la información que ofrecían, por eso, al ver a Tatum en la pantalla, sintieron que iba en contra del papel honesto que desempeñaba el cuarto poder en la sociedad.
La forma en la que los personajes nos introducen en ese universo nos demuestra como de hechos intrascendentes se pueden obtener noticias viciadas con el fin de atraer al público y acaparar su interés. En la cinta los rotativos demuestran un comportamiento poco ético, no escatiman esfuerzos para hacerlo. Se valen de adulterar exprofeso la información para conseguir su objetivo; alargan la cobertura de un evento buscando mantener en vilo a las personas, dan voz a grupos que arman, alrededor de hechos nimios, reportajes confusos para desviar la atención de las masas. El director muestra ese lado desagradable, la cara oscura de los medios de comunicación.
El personaje de Douglas es ambicioso, encuentra la oportunidad que buscaba en un hecho trágico, un tipo queda atrapado dentro de una cueva, el rescate del infortunado será cuestión de horas. Chuck, en una tesitura de este tipo, despliega sus artimañas y consigue alargar el proceso de recuperación del infeliz, sacando beneficios del acontecimiento. Con su proceder consigue avanzar en sus planes, realiza distintos chanchullos y logra confabularse con más personas, todos quieren obtener sus frutos. La vida de la víctima pasa a un segundo plano, se convierte en un instrumento, salvarlo es lo de menos, mientras esté en boca de todos, las posibilidades de jugosas ganancias son amplias. Tatum está preocupado por el estado de Leo Minosa, pero aún más lo está por el espectáculo desplegado en torno a la noticia.
El rescate se convierte en una gran feria, los arquetipos se vuelven carnavalescos y llevan al absurdo el comportamiento del periodismo. Debido a la cobertura dada, atrae gente de todas partes, el público dice sentir empatía por el desafortunado, aunque nunca logran verlo, están más centrados en disfrutar de la comparsa, demostrando con esta actitud su enajenamiento.
La obra nos muestra a los medios de comunicación amarillistas, centrados en el espectáculo y en distraer a la muchedumbre, basados en la premisa de ser los soportes que satisfacen la demanda de entretenimiento del vulgo, aún a costa de olvidar las cosas importantes, llevando a la gente a vivir en una gran mentira, construida en base a sus requerimientos, por algo se dice que la voz del pueblo es la voz de Dios.

Mitchel Ríos

Lume

Agli