Opinión

Entorno mundano

El habemus papam retruena en las paredes del recinto santo, donde tiene lugar el cónclave de cardenales encargados de nombrar al sucesor de Pio XIII (Jude Law) que se encuentra en coma y al que se intenta vanamente (por ahora) curar. Francisco II (Marcello Romolo) es nombrado obispo de Roma, tras unas reñidas votaciones.
Al asumir el cargo el nuevo pontífice decide establecer un voto de pobreza, emulando a Francisco de Asis (su inspiración), liquidará los bienes de la iglesia; por lo tanto, sus miembros deberán deshacerse de sus posesiones materiales (riqueza), deben predicar con el ejemplo, no solo pedir a sus seguidores sacrificios bajo el lema de que el reino de los cielos es de los pobres. Esta determinación genera reticencias en el interior de la santa institución que preside; porque con este simple gesto puede desarticular al eje encargado de mantener la estabilidad de los poderes del estado en la ciudad del Vaticano. Viendo peligrar el poder que ostentan los integrantes de estos organismos deciden aunar fuerzas para traerse abajo el nuevo régimen.
En extrañas circunstancias Francisco muere. Tras este penoso incidente, el Santo estado se encuentra sin gobernante (nuevamente), en esta tesitura son necesarios nuevos comicios, la curia se pone de acuerdo, es hora de tomar la determinación de elegir a alguien que mantenga el statu quo, que no haga cambios descabellados, a todas luces radicales y en contra del establishment. Por primera vez las dos vertientes que pugnan por hacerse con las riendas del gobierno se ponen de acuerdo, ortodoxos y progresistas se decantan por elegir un representante de la tercera vía (una mezcla ideológica de ambos bandos), es así que eligen al culto y sofisticado cardenal inglés John Brannox (John Malkovich), quien tomará el nombre de Juan Pablo III, con esto se inicia un nuevo orden dirigido por The new Pope (El nuevo Papa, Paolo Sorrentino, 2020).
Esta serie sigue la senda de The young Pope, no se corta a la hora de mostrarnos los excesos que se cometen en el interior de la iglesia. Sus personajes siguen exhibiéndonos sus problemas existenciales y también la manera en la que se esfuerzan algunos miembros por mantener todo en orden, sin nada que lo altere, dando la impresión de estabilidad, evitando el dejar en evidencia las motivaciones de sus miembros, ocultando tras este gesto elementos que podrían poner en riesgo la estructura construida a lo largo de su existencia. No obstante, a diferencia de su predecesora, en esta se da relevancia a otros personajes que interpretaban papeles secundarios, otorgándoles matices difíciles de predecir, a pesar de esas variaciones la fórmula sigue funcionando.
Sorrentino nos ofrece, nuevamente, una historia intrigante, una obra cargada de humor (a veces sutil, otras, exprofeso) siendo este instrumento un buen contrapeso a los momentos dramáticos. En esta continuación vuelve a tomar como pretexto a la religión (no se centra en hablarnos de ella). La vida eclesiástica es el dispositivo que utiliza para mostrarnos algo más mundano, las pugnas dentro de una institución más humana de lo que pensamos.

Mitchel Ríos

Lume

Agli