Opinión

El guionista

Hubo una vez en la que un escritor se dedicaba a producir guiones, por su talento era celebrado y toda una industria (como la cinematográfica) estaba pendiente de sus logradas elaboraciones. Sin embargo, su fama no duró para siempre, tampoco el tener a gente celebrando con gran entusiasmo su genialidad. Su verborrea, autosuficiencia e ideología le jugaron en contra. Atrás quedó el tiempo en el que era una figura en alza y a la que nadie podía hacer sombra. La influencia que ejercía también se desvaneció, todo debido a su posicionamiento político. Ahora, si bien no vive pensando en el pasado, quizás recuerda con aprecio su década de oro dentro del séptimo arte, a pesar de que en un inicio se avergonzaba de su modo de ganarse la vida, porque, desde su perspectiva, trabajaba en un medio que utilizaba su obra de forma mercantilista, y a la cual accedió como una forma de evadirse poco exquisita, esto aparentemente contradictorio, nos da una muestra de su personalidad. En esta tesitura, por cosas del azar, se encuentra con la posibilidad de regresar al lugar que nunca debió dejar. Se le encarga escribir un libreto, debe ser original en su propuesta, pues aquel que ha decidido contratarlo quiere traerse abajo la industria con una obra maestra bajo el brazo.
El viernes cuatro de diciembre se estrenó Mank (David Fincher, 2020), obra escrita por el padre del director. Su argumento narra los entresijos de la creación del guion de una de las mejores películas de la historia: Citizen Kane, mostrando la forma en la que Herman J. Mankiewicz se aisló de todo el mundo para lograr su cometido, cumplir con lo pactado y con las especificaciones que le exigía Orson Wells. Es así que la realización de Fincher se nutre de todo el apartado histórico que circunda la elaboración de esta obra maestra.
El director accede al pasado para explicar las razones por las cuales Mank se encuentra escribiendo por encargo. Plantea una serie de vistas al ayer para ensamblar el rompecabezas que se nos presenta, cuya forma va siendo certera conforme se van hilando las distintas escenas, por eso, lo que al inicio parece un sinsentido, se vuelve significativo durante su desenlace al ensamblar todas sus partes dentro de un buen relato. Estos detalles realzan su propuesta y también su mirada de los años dorados de la fábrica de sueños.
El cine en blanco y negro tiene una característica peculiar que enamora, consigue que, con la mezcla de claroscuros, el ambiente seduzca desde el inicio. Asimismo, gracias a este artificio, las historias presentadas adquieren matices que no tendrían si la técnica fuera distinta. Esta cualidad hace que prestemos atención a todo lo que acontece en la pantalla, su atmósfera, de por sí lóbrega, nos genera expectativas durante cada escena, porque sentimos que tendrán lugar hechos importantes durante su discurrir y si a esto sumamos un guion que nada con libertad por sus fronteras (planos, encuadres y fotografía), logra darnos una muestra de la magia que ostenta la película.

Mitchel Ríos

Lume

Agli