Opinión

El genio en el algoritmo

La inteligencia artificial (IA) es un concepto acuñado por John McCarthy en los años cincuenta del siglo pasado; este informático la definió como la capacidad de elaborar sistemas capaces de emular comportamientos semejantes al de la inteligencia humana.
Los dispositivos a los que denominamos inteligentes están programados con algoritmos encauzados a satisfacer necesidades específicas, es decir, no existe una máquina que razone por sí sola, tiene detrás un grupo de seres humanos que la programan y a partir de esos parámetros hacen que reaccione, a veces nos llegan a sorprender, sin embargo, eso es parte del software con el que vienen precargados. Un algoritmo es un dispositivo que puede dar la solución a un problema a partir de un conjunto finito de operaciones lógicas, organizadas de tal modo que su funcionalidad es patente a partir de las instrucciones que se le facilitan.
En la película de Kubrick 2001: A space odyssey (2001: una odisea en el espacio), basada en el cuento The Sentinel (El centinela) de Arthur C. Clarke; se nos plantea el problema que puede surgir cuando una máquina adquiere consciencia. HAL 9000 un computador programado a partir de imitar la mayoría de las actividades del cerebro humano (con más rapidez y fiabilidad, el mejor ordenador jamás creado por el hombre, incapaz de cometer errores), está encargado de controlar que todos los sistemas de la nave Discovery —en dirección a Júpiter— cumplan su función a cabalidad; a raíz de un fallo en la programación comienza a sentir miedo y a tener dudas, esa anomalía pone en peligro la vida de todo ser vivo dentro de la nave; considera a los astronautas una amenaza. Estos al encontrarse a expensas de la voluntad de ese mecanismo deciden que la única solución es apagarlo.
En cuestión de avances tecnológicos existen vertientes que quieren lograr que las máquinas lleguen a emular todo lo que el hombre puede realizar, proveyéndolas de sofisticados sistemas para cumplir su cometido. Algunos consideran que el avance de la inteligencia artificial es inevitable —es parte de la evolución— y conseguirá hacer la vida del hombre más fácil; sin embargo, otros ven en ese avance un peligro, porque puede salirse de nuestro control y con ello contribuir a la desaparición de nuestra especie.
Elon Musk (CEO de Tesla Motors) y Mark Zuckerberg (creador de Facebook) son muestra de las dos posiciones equidistantes con respecto al tema. Musk señala que el papel del hombre ante la inteligencia artificial debe ser proactivo (tener el control) y no reactivo (ceder el control), es necesario regular este tipo de tecnología; de no hacerlo podría ser catastrófico. Claro, no se refiere a los asistentes virtuales de nuestros equipos móviles, ni de los ordenadores u otro al que tengamos acceso, piensa en las máquinas de destrucción masiva; hacedoras del apocalipsis.
Zuckerberg critica esa visión dantesca; tilda de irresponsables a quienes sostienen esa postura, porque los avances en ese campo traerán beneficios al bienestar general. Otros entendidos en el tema como Peter Bentley (director tecnológico de Braintree) sostienen que a corto plazo es difícil crear ese tipo de inteligencia, las cosas no son como en la ciencia ficción, los ordenadores no van a adquirir discernimiento propio como por arte de magia; arguyen que sólo se podrá realizar el día en que el hombre pueda responderse las preguntas: ¿Cómo y por qué pensamos? Además, añaden: la inteligencia –en todo caso— sería la respuesta a determinadas condiciones materiales y ambientales.
Hace unas semanas en la división de Facebook para el desarrollo de inteligencia artificial (Facebook Artificial Intelligence Researchers, situado en la Universidad Tecnológica de Georgia en Estados Unidos), se creó un sistema enfocado a enseñar y entrenar en negociaciones complejas a sus chatbots (agentes de dialogo). La mayoría de estos —a día de hoy— únicamente pueden solicitar una pizza, llamar un taxi u otra operación similar, por eso se pensó en dar un paso hacia adelante y programarlos para que realicen actividades más complicadas. En este proyecto dos bots (robots) competían para lograr la mejor oferta, Bob y Alice —programados en el idioma inglés— buscaban la forma de convertirse en mejores negociadores, poniendo a prueba su aprendizaje (machine learning); a partir de ciertas dificultades que encontraron para realizar las negociaciones, decidieron modificar el lenguaje en el que fueron programados; lo adecuaron para hacerlo más apto y lógico —eficiente— para la actividad que estaban desempeñando. Lo que al inicio parecían disparates —comenzaron a comunicarse en un inglés confuso—, luego, al ser estudiado por los especialistas, se pudo llegar a la conclusión de que habían creado su propio idioma, atribuían esto a que el algoritmo con el que fueron programados se centraba en llevar adelante conversaciones efectivas y prácticas, no así, en hacer un uso correcto del idioma en el que fueron programados. Ante esta situación decidieron apagarlos, no sin antes hacer hincapié en el hecho de que si se crean agentes para que conversen con humanos y antes que eso prefieren inventar un nuevo idioma no sirven de mucho.
No es la primera vez que esto sucede, a Google el año pasado también le pasó algo parecido, un bot creó un mecanismo que le permitía hacer tareas para las que no había sido programado. Google Neural Machine Translation (traductor de Google) es un sistema que utiliza el deep learning (aprendizaje profundo, basado en una versión simplificada del comportamiento de las redes neuronales de nuestro cerebro) para generar traducciones cada vez más precisas; el motor de traducción está en constante aprendizaje y para ser más exacto identifica las oraciones, las sitúa en un contexto y realiza un trabajo más minucioso para tener un sentido más diáfano de los textos. El programa demostró eficiencia e incluso hizo traducciones para las cuales no había sido capacitado, según los expertos esto se produjo porque la IA había creado una interlingua para llevar a cabo esa tarea multilenguaje. Originalmente había sido programada para hacer traducciones entre inglés–español e inglés–portugués y pudo realizar traducciones español–portugués, en ese momento se comunicó este hecho más como una curiosidad que como algo que debiera preocuparnos.
Por ahora, todo lo que sucede con los ordenadores y su desenvolvimiento inteligente tiene que ver con la manipulación que hace el hombre con ellos. La inteligencia artificial es una herramienta de apoyo, no es algo que posea consciencia, aún mantenemos el control de estos instrumentos que nos ayudan a hacer más fácil nuestra vida.

Mitchel Ríos