Opinión

El color de las aspiraciones

¿Uno se acepta con el tiempo o simplemente se resigna?, una de mis conversaciones, con un buen amigo, versaba en torno a ese asunto, él sostenía que con el tiempo aprendemos a aceptarnos, yo, por el contrario, argüía que, más bien, nos resignamos. La reacción de mi interlocutor fue decir que la connotación de resignarse es negativa, por eso, es mejor decir aceptarse, porque lo otro conlleva una carga que va en contra de lo que se aprende con los años. Sin embargo, para mí, ambas locuciones pueden ir en el mismo plano; el sentido se lo damos los que las utilizamos, si queremos que un término sea peyorativo, y el empleo le da esa significación, tendrá ese alcance, total, el uso hace la norma.
Después de concluir el intercambio de pareceres me dirigí al diccionario para aclararme. Textualmente, la palabra aceptar tiene varias definiciones, una de ellas detalla que el vocablo hace alusión a asumir resignadamente un sacrificio, molestia o privación, por otra parte, resignar se especifica como, en una de sus acepciones, conformarse con las adversidades, en pocas palabras, aceptarse implica resignarse, no estaba tan alejado en mi aseveración, pero está bien dudar, solo los necios creen tener la verdad absoluta, gracias a informarme pude dilucidar mejor el asunto.
Es curioso, tenía el tema fresco, y de repente, unas horas más tarde, me encontraba echado en la cama, estaba ahí con la intención de dormir, pero me suele pasar a menudo que me recuesto con mucho sueño y a pesar del cansancio Morfeo se aparta de mi lado; termino trasnochando. Ante esa mala costumbre, decidí encender la televisión y comenzar a hacer zapping para encontrar, de nuevo, el sueño que se esfumó.
En tales circunstancias, caí en SUNDANCETV, en este canal suelen dar películas de todo tipo, en especial de cine independiente, nunca le presté demasiada atención, sin embargo, esa noche, aún tenía presente la conversación y me puse a ver lo que estaban poniendo.
La película era AzulOscuroCasiNegro, el nombre es así, sin espacios que separen las palabras, ópera prima de Daniel Sánchez Arévalo, estrenada en 2006. La trama gira en torno a Jorge, un muchacho que trabaja como portero, puesto que ha heredado de su padre, quien sufrió un infarto cerebral. La historia se centra en mostrarnos la negación a su realidad y sus ansias por cambiar de aires, dejar su mundo de pesimismo, estancamiento y de infravaloración. Gran parte del relato se dedica a exhibirnos sus intentos inútiles, aparentemente su suerte es infranqueable.
En ese lapso vino a mi mente la frase de Gasset: Yo soy yo y mis circunstancias. No todo depende de nosotros, por más empeño que pongamos en una empresa, los elementos externos tienen un papel fundamental en su realización, como cuando uno viaja en avión, nosotros somos meros pasajeros, ponemos nuestra suerte en manos de otra persona y de su buen desenvolvimiento. En una época, me quedé prendado de esta fórmula filosófica, miraba a todos lados; observaba a la gente que vivía en la calle y me preguntaba si no tuvieron más opciones o el entorno los empujó por ese sendero. Una vez, habiendo tocado fondo, levantarse y salir de ese mundo, era una iniciativa condenada al fracaso. Es cierto, todo esto, son simples suposiciones y se verán impregnadas de mis constructos, veo el mundo desde la perspectiva que he ido asimilando durante todos mis años de experiencia.
Jorge es un personaje urbano, corriente. Es la representación de cientos de idealistas. Se empeña en negar su destino, se muestra rebelde frente a las incertidumbres y ansía habitar en un lugar distinto al suyo, quiere transgredir las fronteras preestablecidas y se siente encerrado en un espacio que no encaja dentro de sus pretensiones. También, anhela el comprarse un traje azul oscuro, casi negro y para conseguirlo se decanta por seguir el camino correcto, ese que premia las buenas acciones, como nos dice el sistema, es mejor acatar las reglas y cumplirlas a rajatabla, ir en contra de ellas solo trae malestares y castigos. Pero con el transcurrir de la trama se da por vencido, obtenerlo de la forma correcta será imposible, el mejor camino será seguir el del ganador, ese cuyo fin justifica los medios, además, acaso no es cierto que the winner takes it all.
Al final, cuando las fuerzas merman, la lucha termina. Nadar contra la corriente desgasta, es imposible mantener ese ritmo, por eso lo mejor será resignarse (aceptar) a su suerte, tal vez, en esa decisión reside la solución a sus problemas, con esa elección podrá olvidar las constantes decepciones, sin embargo, este rumbo no es más que un engaño, como dice uno de los personajes: algo para seguir engañándome igual qué tú.
El cielo, a veces, tiene un color azul oscuro, casi negro, en especial en días nublados y se torna gris. La metáfora a la que hace alusión la cinta es la de un mundo de frustraciones, en donde hay muros que se interponen en nuestro camino, las trabas surgen a cada paso y es difícil ir en contra del destino, porque cuando el oráculo da su sentencia, cualquier intento por cambiar la suerte es iluso, solo queda aceptar (resignarse) la disposición de lo divino.

Mitchel Ríos

Lume

Agli