Opinión

Día de limpieza

Me dispuse a poner orden en casa, desde hace varios días lo estuve pensando, ha llegado el otoño y no se me ocurrió nada mejor que recibirlo limpito, con todo en su sitio y ordenado. Usualmente me sienta mal el cambio de estación, me viene el bajón (no sé si a alguien más le pasará), por eso, en esta ocasión quise estar preparado, salir de mi zona de confort.
Estas actividades resultan pesadas, nadie quiere levantarse exclusivamente de la cama para darle una vuelta a la casa, no es entretenido, al ser una actividad mecánica, no genera demasiado entusiasmo. Por este motivo tenía que aprovechar las ganas que tenía, ya que no suelen ser constantes, no suelen desbordarme como para estar dispuesto a hacerlo todos los días.
Empecé por el principio (valga la redundancia), despejé el espacio, saqué las cajas de debajo de la cama y aparte los estantes. Moví todo a un cuarto adyacente, sacando los estorbos del camino para pasar la aspiradora. Con más espacio, para moverme, en una habitación de reducidas dimensiones estaba todo dispuesto para continuar con lo que me había propuesto.
Como me enfoqué en hacer una limpieza profunda comencé a abrir las cajas, me encontré con objetos que no recordaba, en ese momento, pasé al lado de la lavadora y recordé que debía hacer la colada, menudo día me esperaba.
Cuando me di cuenta de este hecho, me entró una pereza enorme, cada vez tenía menos, o nulas, ganas de seguir con lo iniciado, además de lo que estaba haciendo, ahora se añadía una actividad más, tendría que hacerla una vez que terminara de dejar niquelado el cuarto. Sin embargo, no tuve más opciones que continuar, puse todo de cabeza y, por lo tanto, no podía dejar las cosas así, por un instante pensé que daba igual ordenar o no, total nadie se daría cuenta, no obstante, eso lo hubiera pensado antes de mover todo, una vez metido en el tema, dejarlo a medias, implicaría dejar el piso hecho un asco.
Por momentos, durante el trabajo, me sentí superado, no avanzaba, era frustrante, tenía que terminar lo emprendido, por lo antes expuesto, no quería que el piso fuera un caos, me propuse volver a poner las cosas en su sitio y dejar todo bien (o mejor).
Tras pasar la fregona y esperar a que el suelo secara, comencé a colocar las cosas que moví a su sitio. Mientras hacía eso comencé a separar lo que conservaría y lo que tiraría a la basura, al finalizar observé que, aparentemente, todo estaba ordenado y pulcro.
Después de concluir con el aseo me di cuenta de que me había tomado más tiempo del que pensé inicialmente, por eso me sentía cansado, sin haberme esforzado, según creía, demasiado, me sentía así más por el tiempo invertido que por la dificultad de la tarea.
Para finiquitar el día procedía a llevar varios cartones a reciclar, cuando llegué a su ubicación, los encontré llenos, ahora tendría que pensar lo que haría con esos desechos en mano.

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