Opinión

Desengaño

Jasmine tiene una vida acomodada, vive rodeada de lujos, tiene todo al alcance de su mano, se puede dar los caprichos que muchos soñarían. En ese mundo de fantasía todo parece encajar a la perfección, no hay máculas que puedan traerse abajo todo lo que ha conseguido levantar. Duerme tranquilamente; se permite sentir pena por los menos favorecidos, es así que saca a relucir su vena tolerante y filántropa. Un cuento de hadas que discurre con su magia por los senderos de su ficción y, en buena parte, parece que seguirá en esa vía, no hay señales que nos hagan pensar lo contrario. Sin embargo, este no es su presente, Jasmine, en un momento particular, destruyó todo ese mundo, tal vez, en ese instante no previó las consecuencias de sus decisiones. Adentrada en la materialidad inicia su proceso de autodestrucción, su personalidad se va degradando. En sus propias carnes aprende que uno es la suma de las decisiones que tomamos.
Blue Jasmine (Woody Allen, 2013), nos presenta este personaje lleno de particulares; encarnado de muy buena manera por Cate Blanchett, en donde podemos ver la forma en la que se viene abajo el mundo idílico en el que vive, además, esta historia sirve de pretexto para realizar, de forma soslayada, una crítica a ciertos estratos de la sociedad, en donde hay clases que se valen de otras, aún a costa de perjudicarlas, para mantener un determinado nivel de vida. Entre líneas nos muestra ese trayecto de destrucción que trae consigo la devastación de las unidades básicas del ecosistema en el que se produce.
A través de la fábula nos encontramos con un personaje que vive atrapado en un pasado de gloria, al cual vuelve cuantas veces sea posible para hacerle frente a su patético presente, por eso su vida anterior aparece como un espectro, metafóricamente hablando, en su vida actual; lo abstrae en sus maquinaciones y no le queda más opción que dedicarle un par de palabras, es así que constantemente habla consigo mismo, pues no termina de cerrarle esa idea de haberlo perdido todo. Tampoco quiere resignarse, pero, muy a su pesar, no hay posibilidades de que la grandeza vivida vuelva. Sus alucinaciones constantes son la llave para entender el tránsito de angustia y dolor que vive. Sus delirios, consiguen alejarlo de la realidad; así mismo, transita por las fauces de la soledad, está atrapado por lo dañino de sus elucubraciones.
Una de las singularidades del filme es la manera en la que se narra a la vez el presente y el pasado de su desarrollo, es un toque acertado, porque solo así se entiende el discurrir de su trama. No es posible alejar ambas partes dado que en conjunto forman un todo y como tal debe entenderse, es como un eterno presente en donde todo está sucediendo a la vez; en sus proyecciones podemos hacer legibles cada una de las circunstancias que se van dando dentro de su orbe.
Para empatizar con el personaje es necesario ver el vaso medio lleno o medio vacío, no existe punto medio, de acuerdo a la posición que tomemos sentiremos emociones encontradas, no es más que el paradigma de las víctimas que deja el sistema cuando rueda.

Mitchel Ríos

Lume

Agli