Opinión

De alcance inagotable

Sobre La ley del silencio (On the waterfront, Elia Kazan, 1954) se han redactado decenas de folios. Sin ir muy lejos, si se coloca su nombre en cualquier buscador de Internet salen miles de resultados. Se la ha estudiado desde distintos enfoques, los documentales que se pueden encontrar sobre ella en la web son cientos, además de los debates que ocasionan cada una de sus secuencias. Directores, actores y guionistas confluyen en halagos, asimismo, la crítica la coloca en un pedestal como una de las mejores cintas que se han podido realizar para la gran pantalla. Cualquiera que la haya visto la recomienda.
Escribir sobre obras de este tipo es una empresa ardua, existe numerosa información. Pertenece a un canon de culto, por eso los análisis son de lo más diversos, varios suelen centrarse en puntos similares; los aclamados por los cinéfilos.
Algunos, al hablar de este filme, no dejan de pronunciarse sobre la actuación del director Elia Kazan en la época del Macartismo. Durante ese proceso delató a varios de sus colegas, después de su comparecencia ante la comisión dirigida por Joseph McCarthy, su delación trajo consigo el ingreso en la cárcel de diversos miembros de la industria cinematográfica. La iniciativa de esta comisión era la de salvaguardar el bienestar dentro de la sociedad estadounidense, para eso tenían que extirpar todo rastro de comunismo, por considerar a los miembros del partido como posibles espías de la unión soviética. Después de estos incidentes comenzó a ser visto con recelo dentro de la industria. Por eso varios críticos sostienen que la finalidad de la película era lavar la imagen del director. En aras de no menoscabar el valor de la obra, aconsejan verla sin empaparse de las cuestiones políticas que giraban en torno a ella; verla sin ideas predefinidas.
No se puede tapar el sol con un dedo, el papel de Kazan durante esa cacería de brujas de 1950 a 1956 fue funesto, por eso se puede considerar a la obra como una pieza meramente propagandística para limpiar el nombre y devolver el prestigio perdido al cineasta. Sin embargo, los que consideran que el mensaje de la producción es engañoso, se privan de una realización memorable. Es cierto, no se puede disociar una obra de arte de su creador, pero en ciertas circunstancias, en especial aquellas en las que la figura del autor va en desmedro de la calidad de su trabajo, es pertinente considerar que la obra sigue un camino distinto del que la ideó.
La ley del silencio es una metáfora sobre la vida de los desvalidos. Da voz a los personajes desposeídos, de esos que viven recibiendo un salario exiguo. En su trama nos muestra los tejemanejes de aquellos que se aprovechan de la miseria de los más necesitados. Nos revela la precariedad de los trabajadores del muelle, su situación y el desamparo ante las tropelías de sus dirigentes, quienes eligen a dedo a los que son dignos de llevarse un pan a la boca, obligándolos a alinearse de su lado sino se quedan sin cobrar. Manipulan a los obreros, les recalcan que gracias a ellos tienen un puesto. Los encargados del sindicato, a fuerza de manipular a los sindicalistas, consiguen ganancias cuantiosas, los otrora defensores de los derechos laborales se han vuelto sus explotadores, convirtiendo a la asociación de trabajadores en una fachada para aprovecharse de la posición social de sus miembros.
En ese mundo desdichado y solitario, en donde las ilusiones nacen y mueren bajo el peso de la miseria, no todo está perdido, a pesar del panorama oscuro es posible un cambio, en ese contexto aparecen seres que se oponen al establishment y dan nuevos bríos a esa sociedad en decadencia.
Edie Doyle (Eva Marie Sant) y Terry Malloy (Marlon Brando), harán lo que esté en sus manos para abrir los ojos de todos esos trabajadores que se resignan a las circunstancias y a cumplir las normas impuestas sin resistirse. Un mejor futuro es factible si se unen y luchan por sus derechos.
Esta empresa no será fácil, la voluntad de los asalariados ha sido mellada durante décadas de ultrajes, por eso han llegado a creer que su remuneración es una dádiva del jefe, no así el fruto de su esfuerzo.
No se puede hablar de esta cinta sin abordar el papel que realiza Marlon Brando, nos exhibe todas sus dotes de actor. Demuestra tal naturalidad en varias escenas que no se puede imaginar a otro efectuando su interpretación, es imposible de superar. Con este papel ganó el Oscar al mejor actor principal en 1955, gracias a este llegó a ser considerado como uno de los mejores actores de la historia del cine.
El personaje al que encarna, Terry, es el alma de la historia, en torno a él gira toda la trama, fruto de su buen desempeño, logra ser una obra memorable, basta con visionar cada uno de los momentos en los que aparece para darse cuenta de esta afirmación. Su carisma se hace patente en cada línea que expresa y cada diálogo que formula, no en vano, consigue hacer del método lo fundamental a la hora de actuar, llenando la pantalla con esa mezcla entre tipo duro y sensible a la vez. Siendo palpable lo segundo en la escena del guante, con el simple gesto de recoger del suelo el que se le cae a Edie y ponérselo, nos declara su interés hacia ella.
Otra de las escenas célebres es la que se da entre los hermanos Malloy, Charlie (Rod Steiger) y Terry. La escena nos hace partícipes de un momento íntimo entre dos allegados; nos olvidamos de estar dentro de una mera ficción. Steiger y Brando efectúan dentro de un taxi la mejor improvisación en la historia del séptimo arte.
Es difícil escribir un texto sobre una película de este calibre. Cualquier idea mal formulada sobre ella puede ser tachada como necia, debido a su fama, sin embargo, las grandes obras trascienden porque no se quedan en una simple significación, con el transcurrir del tiempo seguirán generando más ideas, más senderos para su estudio; su alcance es inagotable.

Mitchel Ríos

Lume

Agli