Opinión

Contenido de fondo

Un arma apunta hacia la cámara (en un plano cerrado) y se oye un disparo. La escena se sitúa en una noche con tormenta. Luego, se suscita una huida. Como espectadores, no sabemos a qué se debe, estamos sumidos en una completa incertidumbre. En este contexto, el director hace uso de la cámara en primera persona, gracias a este artificio nos convierte en testigos directos de lo que observa nuestro personaje, este plano se adentra torpemente en la oscuridad, mostrándonos una serie de claroscuros. De repente, cambian de perspectiva las imágenes, ahora es un tipo desgarbado el que huye (cansado, tiritando de frío, exhausto, con la ropa húmeda), por una autopista hasta que es detenido por las autoridades locales. Le solicitan su identificación (en ese momento no cuenta con ella), sin ser consciente de la situación, es llevado ante el comisario, él será el encargado de gestionar la situación, sin embargo, este es el comienzo de una historia extraña, rara, que en lugar de aclarar confunde y así, dentro de esa sinrazón (a causa de la amnesia manifiesta de un autor), poco a poco nos vemos guiados a través de los pequeños destellos de lucidez de nuestro personaje principal, el escritor Onoff (Gérard Depardieu).
En «Una pura formalità» (Giuseppe Tornatore, 1994), se visiona la caída en desgracia del artista Onoff, asimismo se adentra en los problemas de la mente y como, cuando está trastornada, ocasiona serios percances debido a las pocas certezas que brinda, a pesar de los esfuerzos que se pongan en traspasar sus fronteras. En la cinta todo afán por conseguirlo se verá truncado por la sucesión de los diálogos y la desconfianza generada en el ambiente tremebundo, peculiarmente adaptado a las circunstancias de la atmósfera.
Esta forma de iniciar una obra no es nueva, tiene similitudes con El Proceso de Franz Kafka, en este caso el personaje no sería K sino O. O no tiene claro por qué se ha visto inmerso en esa confusa situación, no sabe a ciencia cierta los motivos que lo llevaron a ese lugar, tampoco tiene certezas sobre el comportamiento del jefe del recinto (Roman Polanski), que denota lo poco que se fía de él al decir que se llama Leonardo Da Vinci (un personaje que parece salido de una novela de Dovstoievski).
Conforme se van sucediendo las acciones, las dudas aumentan, la trama no nos permite acceder a los entresijos de la historia, porque eso es lo fundamental dentro de la narración: mantener en la total ignorancia al espectador (solo podrá tener una idea diáfana de la misma si presta atención y une las pistas que se van dando por medio de flashbacks que aparecen en momentos puntuales).
Una cinta que no se caracteriza por la variedad de escenarios, pero que destaca por su guión y dirección, complementada por la buena interpretación de sus actores, mostrándonos que no es necesario deslumbrar en el aspecto externo de una obra, lo importante es lo intrínseco de la misma: diálogos y relato, pues un filme no es tanto el envoltorio sino lo que contiene.

Mitchel Ríos

Lume

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