Opinión

Conflicto

Hace unos años vi la película Underground (Emir Kusturica, 1995). Antes de hacerlo, tenía en la mente escenas que se analizaban por separado en los distintos estudios que se hacían sobre cine, así como en diversos programas que se enfocaban en acercar al ciudadano de a pie a estas producciones.
La obra como tal aborda el problema de la guerra y las escisiones que ocasiona, pero no lo hace desde el acostumbrado tono serio que se utiliza para desarrollar este tipo de ideas, sino, más bien, el director utiliza lo burlesco como herramienta, para plantearnos esta parodia de la realidad, pero que, en su interior, encierra una metáfora que sale a la luz como una crítica a los mal entendidos nacionalismos que solo buscan separar en lugar de unir.
Sin embargo, a pesar de ese tono casual, la tragedia se hace patente. Vemos a seres en proceso de convertirse en desarraigados, arrastrados por los conflictos en los que se ven inmersos debido a las decisiones de quienes manejan las riendas del poder. Enceguecidos por las falsas promesas de grandeza que les promete el sistema como tal, pues sus motivaciones están centradas en su interés personal: acumular riquezas que, a la larga, es el meollo de cualquier problema bélico. Si no existieran las guerras, con seguridad, muchas industrias irían a la quiebra.
El humor está asentado en el relato que nos presenta la cinta, quizá se va al extremo, pues llega un momento en el que parece una tomadura de pelo, incluso risible y, hasta cierto punto, es así. Ese es el estilo que se le ha querido impregnar a la realización, pero deja de ser gracioso cuando llevamos ciertos extractos de la obra a la realidad, ya que ver a un grupo de personas escondiéndose en un bunker subterráneo, y que vivan ahí durante muchos años con la única idea de protegerse, no es motivo de risa. Esa representación no es más que la muestra del temor que ocasiona sufrir los embates de estos conflictos armados, por eso para quitarle seriedad esto pasa a ser narrado como una simple anécdota.
La fuerza que contienen sus imágenes, sumándose a un buen guion, otorgan un todo que, dentro de lo grotesco, es atractivo. De soslayo, hace una crítica mordaz a lo que sucede en el mundo, mostrándole, por no decir, burlándose en su propia cara del modelo de estado que lo gobierna, con ideas mal entendidas y enmarañadas. Es así que de eso saca ventaja esta obra, se convierte en un espejo en donde el sistema refleja sus miserias, transfigurándose en la desdicha que genera el verse arrastrado hacia conflictos innecesarios.
Esta historia, la de un país llamado Yugoslavia, muestra su añoranza por el tiempo pretérito, como si de un paraíso perdido se tratara, pues lo actual no se compara a ese pasado que era más prometedor y otorgaba mejores oportunidades a quienes, viviendo el presente, consideran que la realidad ha sido desfigurada en una mentira que se asentó en sus vidas para seguir viviendo en el oscurantismo.

Mitchel Ríos

Lume

Agli