Creatividad

Con incertidumbre de por medio…

Una de las cosas que siempre me sorprendió fue la facilidad con la que algunos escriben, le sacan punta a todo, tienen tal agilidad que, sin ninguna traba, pueden hacer ensayos sobre cualquier cosa, ahora, el estilo y la forma de desarrollar el tema es otra historia, pero, por lo menos, hacen lo posible por dar sentido a ideas sueltas, las hilvanan de tal modo que, sencillamente, no se les puede hacer ninguna crítica.
Llevaba varias horas pensando en el asunto, no era sencillo reconocer la poca creatividad con la que había nacido, si fuera más talentoso, podría hacer lo que otros: escribir hasta de piedras, pero sus referentes no eran muy bastos, eran limitados, a un folletín, un manual y algún texto más adecuado a lo que él quería. Cuando era posible los citaba, ¿qué más da aparentar?, nadie se daría la molestia de corroborar si sus afirmaciones tenían la rigurosidad necesaria, además sonaban bien; eso era lo importante.
Los leo, pienso por un momento, no realizo afirmaciones, no me gusta ir de farol en ningún tema, prefiero guardar perfil bajo, aunque note errores flagrantes, si no me gusta que me corrijan, tampoco corrijo a los demás.
La forma sin contenido, a veces, suele engañar —de eso sacaba ventaja—, estaba empeñado en utilizar palabras pomposas, ¿cuántos se tomarían el tiempo para buscar el significado de los términos que utilizaba?, con seguridad, ninguno, o casi ninguno, leerían y pasarían, sin más, quedándose con las dudas. Era mejor así, hablar en difícil, confundiendo al lector. Entre más enrevesado era su escrito, mejor para sus fines, con ello se podía considerar realizado, algunos lo recomendarían, era una forma de ir subiendo en popularidad, las estadísticas no podían mentir. Las mejores redacciones, sin duda, eran los que más visitas ostentaban.
Puedo ver cientos de errores, pero no dejo comentarios, no me gusta ufanarme de saber colocar una tilde, por eso no pongo nada, veo y callo, aunque, a veces, me pica la curiosidad por redactar una apreciación, prefiero pasar, enfocarme en leer otra cosa y tratar de encontrar escritos de mi agrado.
Las cantidades aritméticas eran verdades tangibles, eran lo que necesitaba para autodenominarse un escritor en ciernes.
Una buena tarjeta de presentación, la de las visitas a sus publicaciones, ¿quién podría decir que era una mala iniciativa?, con seguridad, nadie, absolutamente nadie. Sus registros desacreditaban a todos aquellos que juzgaban su labor como ineficaz.
Para localizarlos la tarea es ardua, no abundan, hay que bucear en cientos de páginas, a veces me topo con algunos carentes de sentido, por eso, si siempre leyera textos trascendentales, no sabría discriminar entre buenos y malos, es básico saber reconocerlos, de esa forma se va adquiriendo práctica.
A pesar de la seguridad que le daban esos números, no sabía si ufanarse era lo correcto. Tenía clara la senda a seguir, la misma que les gustaba a sus visitantes, no cabía duda, era lo que le mantenía activo, sin ello era uno más, sin fuerzas, sin ganas de levantarse, esa actividad, por lo menos, daba sentido a sus horas, a sus días, si no era así, se sentía mal; no lo expresaba, se quedaba callado, decirlo sería para él una acción que iría en contra de sus aspiraciones. Pasaba horas analizando los textos más visitados para emular la fórmula, si no podía copiarla demostraría su poca capacidad, es decir, había sido simple chiripa. Se rompía la cabeza tratando de reproducir la receta, estaba convencido que así la perfeccionaría.
Los guarismos están de mi lado, el camino se ubica en ese lugar para recorrerlo y los leedores son desemejantes. Es mi obligación planificarlo, si no lo hago sufriré un varapalo, algo difícil de superar. La preparación no puede detenerse, es significativo ser constante.
Esas taras tendrían que ser olvidadas, solo así podría mejorar en su afición, pero no era una cuestión que tuviera plazos, no, así no funcionaba, tendría que dejar discurrir el tiempo, en algún momento tendrían efecto esas representaciones soltadas al viento.
Después de darle vueltas a la pregunta: ¿de qué forma podría saber más?, me di cuenta que era necesario comprar una guía.
Tengo que aprender a dejar de conformarme con el poco conocimiento que poseo. Quiero instruirme más, estar a la altura de las circunstancias y más adelante compartir ese entendimiento.
La decepción ante el fracaso era una constante, una caída dura, las fuerzas flaqueaban en esas situaciones, más debía levantarse, como el Ave Fénix, no obstante, ese ser mitológico en algún momento no volvería a alzar vuelo, una cuestión triste, pero podía ocurrir. Era verdad, si eso sucedía, nada se podría hacer. Las probabilidades eran parte de las estadísticas, el día que ellas no estuvieran de su lado tendría que replantearse todo, no habría una segunda oportunidad, a veces es bueno reconocer cuando uno llega a su techo, saber sus límites, no aspirar más allá de las habilidades que uno posee, sí lo hacía, terminaría siendo uno de los mediocres, esos a los que criticaba en voz baja, para que no se enteraran.
La disposición en la que se colocaba casi siempre era la peor, consideraba que era mejor así, cualquier opción u oportunidad serían mejores que las proyectadas.
Aún no puedo sacarme de la cabeza la idea inicial, esa facilidad con la que algunos escriben, me gustaría poder hacer lo mismo, pero no, no puedo hacerlo, tengo que trabajar mucho, envidio esa facultad, me gustaría no trasnochar para hacer un texto que, muchas veces, no es leído.

Mitchel Ríos

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