CREATIVIDAD

Como de costumbre

Levantarse en la mañana, ir al baño, mirarse en el espejo, ducharse, vestirse -te pones una bufanda unos guantes, ropa para no pasar frío- y salir raudo de casa. Bajar y subir escaleras, abrir la puerta del portal y encontrarte con una ráfaga de viento helado, mirar el cielo y verlo nublado, llegar pronto a la estación, entrar en la parada de metro, pasar el abono de transporte por la máquina controladora, subir al tren, tomarse con calma todo, encontrarse los vagones llenos, estar atento para bajar, aguantar sin soltar un reclamo cuando te empujan, estar atento para cuando sientas que tocan tu mochila, bolso, maletín o lo que lleves en ese momento, mirar atentamente la cantidad de estaciones que tienes que esperar para bajar. Descender del tren, salir de la estación, mirar la hora -si es temprano aún puedes ir a por un  café, vas al bar-, alejarse de la estación coger la primera calle con la que te topas -la acera está llena de hojas, algo característico de la temporada de otoño-, recorrer unos trescientos metros, pasar por una escuela de negocios y mirar a algunos chicos haciendo el tonto, seguir el camino y tener que apartarte hacia la pared para evitar pisar las hojas de los árboles, llegar pronto a la puerta del bar y entrar, fijarse si no está tan lleno -tienes suerte has llegado temprano y encuentras un buen lugar-. El camarero se acerca y apunta tu pedido -pides lo mismo que en otras oportunidades, unas tostadas y un café americano-. Te sirven el café y las tostadas, mientras tanto comienzas a ojear el diario, te centras en las noticias de portada -las hojas más llamativas-, vas a por los deportes -en realidad a las páginas copadas por el futbol-, grosso modo te enteras de la actualidad -buen tema de conversación-, abrir el sobre de azúcar para añadirlo en la taza, mover hasta ver que está en su punto, coger las tostadas, echarle el aceite de oliva encima, untar el tomate rallado -fresco del día-, sentir un poco de frío cada vez que abren la puerta del bar -tiene sus complicaciones sentarse al lado de la puerta, sin embargo es el lugar más cómodo-, coges el móvil y te fijas en él por si tienes alguna notificación -a veces suelen informarte sobre el lugar de encuentro-, ves que no las hay y guardas el trasto, terminas de tomar el café, pides la cuenta, pagar y salir en dirección al trabajo, llegar al cruce peatonal, observar el semáforo -está en rojo y tienes que esperar a que cambie-, ver los coches pasar por delante -generando un ligero viento que choca con tu cara-, cruzar y retomar el camino, volver a toparse con las hojas amarillentas en el suelo, llegar a la esquina, girar a la izquierda, llegar al edificio y entrar, saludar al encargado que está en la planta baja -un tipo que está sentado delante de unos ordenadores y varios teléfonos-, subir en el ascensor hasta la primera planta, abrir la puerta y saludar a la encargada de esa planta, darle los buenos días y preguntar si ya llegó alguien porque es la pregunta primera que haces cada vez que llegas a la oficina, como de costumbre.

Mitchel Ríos

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