Opinión

Codicia

En un lugar apartado del mundo vive en la mendicidad un desgraciado, Fred C. Dobbs, de vez en cuando le dan una moneda, posiblemente para sacárselo de en medio. A pesar de sus esfuerzos no consigue que su fortuna mejore. En los claroscuros que dominan su espacio no existen los lujos, el tránsito por el mismo parece tétrico. Sin embargo, a pesar de tener necesidades materiales, su espíritu no se ha visto mellado, su ambición se mantiene intacta a la espera de una oportunidad (como un aliciente), por eso se embarca en una aventura que desasosiega su existencia. Esta, despierta en él actitudes hasta ahora dormidas, solo espera dejar atrás la vida de necesidades y hacer realidad sus proyectos.
El tesoro de Sierra Madre (John Houston, 1948), nos presenta una serie de personajes marginados que, aparentemente, viven a expensas del infortunio del medio. Su trama es sencilla, tres hombres se embarcan en la aventura de buscar oro en un lugar extranjero, basándose en el buen olfato de uno de ellos, Howard, que tiene experiencia en encontrar este preciado metal, no cualquiera puede hacerlo (hay que tener un don), pero en el proceso, los arquetipos van cambiando su comportamiento debido a la avaricia.
Una de las características fundamentales de la cinta es la manera en la que nos adentra en su narración. El director acierta en la forma de presentarnos a los actuantes, es directa en su modo de desglosar las acciones, no se entretiene en situaciones sin sentido, los diálogos son ágiles (dándonos ideas psicológicas de las figuraciones). A esto se suman los matices que otorgan los intérpretes que se interrelacionan hasta el desenlace del argumento. La realización le proporciona un aire fresco a lo que nos muestra en pantalla, en sus nudos se dibuja la condición del ser y como, en determinadas situaciones, salen a relucir conductas despreciables.
Otra de las características de la obra es su héroe, no es el típico constructo al que todo le sale bien, poseedor de atributos propios de seres admirados. Dobbs, por el contrario, es la antítesis de lo que se considera heroico, este sujeto no arregla entuertos ni tiene respuestas inteligentes a todo, tampoco es dueño de la situación y del medio circundante. Más bien destaca por los defectos que posee, ya que es un perdedor, un don nadie que hace prevalecer sus carencias a través de sus decisiones, a quien no le preocupa traicionar a sus compañeros y actuar con egoísmo en todo momento.
Pasarán los años y esta película mantendrá su estatus de clásico. La combinación adecuada entre historia, dirección e interpretaciones hacen de ella una cinta difícil de igualar, pues todo funciona a la perfección, por esta razón, sea el año que sea, su propuesta perdurará. Deja el listón muy alto a la hora de ir a por productos del mismo género, porque el hombre siempre será ambicioso (imperfecto) y, por ende, su búsqueda de tesoros es anacrónica, aunque en el proceso se pierda dejando de lado su esencia.

Mitchel Ríos

Lume

Agli