Creatividad

Actuación

—A veces pienso que la vida es como un mal vino —cogió la copa y bebió un poco.
—Menuda reflexión, ya no bebas más, sino, seguirá incrementándose tu inspiración.
—Sí, es como un mal vino, comienza a estar bueno cuando se está acabando.
—Ni que fueras un anciano para soltar tal afirmación.
—No es necesario serlo, se deduce de las palabras de mucha gente.
—Me reafirmo, ni que fueras…
—No afirmo nada…
Estaban en esa conversación cuando comenzaron a sentir ruido, provenía de la calle y entraba a través de la ventana que tenían abierta.
—Menudo jaleo —dejó la copa y se levantó.
Siempre le sucedía, estar disfrutando de un rato ameno para que, por motivos externos, se echara a perder.
No era cotilla, pero si lo deseaba podía serlo, eso tenía vivir en un primero con vistas a la calle, contaba con un pequeño balcón que, en determinados momentos, se convertía en una mini terraza, con una mesa de dimensiones escasas, una aspidistra y dos sillas diminutas.
Se acercó al ventanal, observó un grupo de gente gritando y a varios policías. En mitad de la acera estaba una mujer junto a un individuo. El alboroto hacía inaudible sus palabras.
No se aclaraba la situación, lo que veía era confuso, si le pedían que diera un dictamen tomando en cuenta lo que estaba observando, su decisión quedaría desierta, con la poca información era difícil posicionarse.
La gente seguía gritando, hacían frente a los ejecutores, al parecer era un desahucio, al inicio supuso que estaban de su lado, pero luego notó que los conminaban a detenerse. No era usual que a esas horas sacaran a alguien de su piso, las intervenciones tenían lugar durante el día, lo común era que el funcionario encargado se personara y diera el visto bueno. Cuando eso sucedía, no se podía evitar el desalojo.
Los ahí reunidos parecían miembros de alguna asociación, su número era exiguo como para hacer frente al dispositivo, esto se debía al horario, quizás por eso, las autoridades estaban consumando a esas horas esa expulsión.
Este tipo de circunstancias sucedían de vez en cuando, pero nunca fue testigo de una, por lo menos, de forma directa, casi siempre las vio por televisión. Nunca se planteó como actuaría si pasara por ese trance, sencillamente porque era imposible que estuviera en esa tesitura, consideraba que hacía las cosas de la forma correcta: Tenía todo bien atado. Esa seguridad le hacía tener una perspectiva más o menos clara de la situación, alguien que pasa por una situación así, habrá hecho algo mal —meditó.
La gente que estaba ayudando a los desafortunados sentía impotencia, enfado, no era posible que cometieran ese tipo de atropellos y que se presentaran de esa forma, sin dar soluciones, sin otorgar oportunidades. No querían remediar nada, pues tenían a la ley de su lado, eso era lo que importaba, actuar apegados a las normas, de ese modo, podían acusar a los demás de saltárselas. Se entrecruzaron una serie de acusaciones y el ruido aumentó. Mientras tanto, seguía el caos y la confusión. No se aclaraba nada, tendrían que dejar el paso a quienes estaban del lado correcto. Lo mejor que podían hacer era no estorbar, sino podrían ser represaliados.
Al no enterarse completamente de lo que sucedía, se aburrió y se alejó del balcón, cerró la ventana, la aseguró como de costumbre, bajó la persiana, el ruido mermó gracias a la buena insonorización, sin embargo, no era efectiva al ciento por ciento, se escuchaban rastros de voces, algún quejido, un reclamo, nada de su interés, por eso, para silenciar esos sonidos, regresó a su sitio, se sentó en el sofá, cogió el control remoto y subió el volumen a la televisión.
—¿Qué pasaba en la calle? ¿A qué se debía el jaleo?
—A nada en particular, lo de siempre, unos okupas —Se centró en lo que echaban en la tele, volvió a coger su copa y bebió.

Mitchel Ríos

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