Opinión

Por una buena causa

Es un domingo por la tarde en Madrid, el día está soleado —cosa rara—, estos días ha llovido; parece una estación distinta —no de primavera—. El cambio de las condiciones meteorológicas es brusco, puede hacer calor por la mañana y caer un chaparrón por la tarde (o al revés), debido a esto no se puede saber con certeza que ropa elegir para salir a la calle. El clima está loco —dicen—, se está volviendo imprevisible, a estas alturas se debería notar el calor, no es así. Tal vez tenga que ver con el cambio climático del que tanto se habla.
Este fin de semana hizo bueno, se daban las condiciones para salir a pasear o asistir a alguno de los diversos eventos que se realizan en la ciudad, uno en especial llamó mi atención, desde hacía mucho tiempo quise ir, pero por diversas cuestiones, más de tipo laboral, se me hizo imposible. Este acto era por una causa benéfica, se llevaría a cabo en el Santiago Bernabéu y para hacerlo más atractivo se jugaría un partido de fútbol entre las leyendas del Real Madrid y las del Arsenal; se podría observar en el césped a varios jugadores que destacaron en estos equipos y ganaron diversos torneos (lucieron su talento por diversos países).
Hace mucho que no asistía al estadio —han pasado algunos años—, esto lo sustituyo, en cierto modo, viendo los encuentros en casa, desde la comodidad del sofá. Me gusta que gane mi equipo; cuando pierde me deja un mal sabor de boca, puede ser ingenuo enfadarse por un simple juego. Muchos arguyen que la vida seguirá siendo la misma, es verdad, mi existencia no será diferente, mis problemas no se solucionarán, pero cuando nuestro equipo gana (sea del deporte que sea), uno se levanta de mejor ánimo, tenemos un plus para hacer mejor las cosas, no es algo relacionado directamente con nuestras acciones, no obstante, en el ámbito psicológico tiene influencia. Será tonto para quienes no lo entienden, mas, es un aliciente para poner mejor cara. Asistir a un campo deportivo es una costumbre que se adquiere desde pequeño, esas imágenes se quedan marcadas para toda la vida.
Me decanté por acercarme al estadio. Vería a varios de los mejores jugadores que han vestido la camiseta del equipo que me gusta y, también, colaboraría con una buena causa. Sería el domingo, no tenía nada planificado, para mí era un buen día.
Los organizadores dieron la opción de adquirir las entradas por internet, esta es una buena decisión, acelera la compra y evita las colas en las ventanillas del recinto, se puede efectuar desde la comodidad del hogar.
El trayecto para ir al estadio fue tranquilo, toda la gente con la que me cruzaba iba a alentar al mismo equipo, solamente pude observar a un seguidor del Arsenal, estaba cerca de la salida de la estación.
Las camisetas de los simpatizantes del equipo blanco eran de todos los tipos y de diferentes temporadas, el desfile de colores daba peculiaridad al ambiente. Cuando llegué a las inmediaciones del lugar me dirigí a la puerta de ingreso indicada en la entrada, en ella venía el vomitorio que me correspondía, por suerte en esta no había muchas personas, crucé los tornos y pasé los controles de seguridad. Una vez dentro, lo más llamativo era el buen estado del césped, parecía una alfombra, busqué mi asiento, no fue difícil dar con él, todo estaba perfectamente señalizado.
El lance deportivo dio inicio a la hora indicada, todos se divertían, hacían olas, alentaban al equipo, se alegraban por los goles, fue una buena experiencia, el calor humano que se sentía no se puede explicar con palabras, las gradas estaban casi llenas, los asistentes me hacían sentir a gusto, quizá porque alentábamos al mismo equipo, todos estaban ahí para pasar un momento ameno, había muchas familias. Algún padre le explicaba a su hijo quienes eran los jugadores que estaban en el terreno de juego, se remontaba a sus recuerdos para darle a conocer los nombres, el año en el que pertenecieron al club y el tiempo que estuvieron —era una conversación interesante—, en una parte de la charla de padre a hijo, el niño tendría unos seis o siete años, le preguntó: ¿Cuál es el equipo de ese señor vestido de amarillo? —solté una carcajada—, su padre le dijo: Ese señor es el árbitro, está ahí para hacer valer las normas. Era una charla entretenida.
El resultado del encuentro fue lo de menos, la gente estaba con sus bufandas, todos se encontraban allí por ese espíritu solidario, a causa del buen día que hacía y también para despedir la temporada de fútbol en la ciudad.

Mitchel Ríos

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