Opinion

Nada es gratis

Cuando alguien te ofrezca algo gratis duda y pregúntate por qué. Todo en la vida tiene un precio. Por ejemplo, si te ofrecen como regalo un libro digital, sólo por proporcionar un correo electrónico, tu nombre, edad y preferencias -cosas sin valor sobre el papel-, el precio de ese producto es la información personal que tu indicas. Te sorprendería el número de entidades que se encargan de almacenar tus datos, muchas empresas pagan por ellas.
El problema está en el tiempo que esa información es almacenada por los navegadores y el uso que le dan. Ese uso es lo que debe interesarnos, por eso leer la letra pequeña es importante, no debemos dar a aceptar a todo indiscriminadamente, a veces se aprovechan de ello algunas webs porque los momentos de búsqueda son cortos, no queremos demorarnos, por ahorrar tiempo damos clic a todo lo que se nos ponga por delante, en ese momento podemos hacer que se instalen softwares maliciosos que recabaran datos de nuestro ordenador.
Hace unos meses un gestor de descargas –p2p- fue cuestionado porque instalaba un programa sin el consentimiento de los usuarios; utilizaba recursos del sistema para hacer minar bitcoins –moneda criptográfica, completamente digital, con la que se puede hacer cualquier tipo de transacción, creada en 2009 se considera innovadora en el campo de los intercambios comerciales porque descentraliza los pagos dejando de lado los intermediarios. El proceso se llama minería como analogía a la minería del oro porque es un mecanismo temporal para emitir nuevos bitcoins-. Una vez instalado ese programa utilizaba nuestro ordenador para hacer funcionar ese sistema –a diferencia de la minería del oro, minar bitcoins ofrece un beneficio a cambio de servicios útiles que son necesarios para que la red de pagos funcione de manera segura-. La empresa que nos facilitaba el freeware –programas de licencia gratuita- recibía todos los beneficios, por eso fue criticada, al generarse rentabilidad utilizando los dispositivos de los usuarios sin su consentimiento.
Siempre me llamaron la atención los diferentes apéndices con los que rellenan los pseudo contratos las webs que ofrecen algún tipo de servicio, citan normas que se ciñen a la ley en vigor, el año de promulgación, además de algún tipo de corrección y/o alcance. Todas las páginas ponen lo mismo, sin embargo, una vez leyendo uno de esos contratos después de seguir varios renglones, me topé con un contenido que me llamó la atención, textualmente decía que la empresa se reservaba el derecho a cambiar el contenido del contrato sin previo aviso; el uso del servicio después de esa modificación daba por sentada la aprobación de los nuevos términos por parte del usuario, es decir, si yo leía ese contrato a las nueve de la mañana, lo firmaba estando de acuerdo con todo lo que él contenía, podía darse que a las nueve y uno fuera modificado por la web, si yo entraba a las nueve y dos, el nuevo contrato era distinto al que yo había leído y con el que estaba de acuerdo, pero como no sabía, ingresaba sin saberlo, ese hecho hacía que yo aceptara ese contrato en el mismo acto, basado en la premisa de que el desconocimiento de la ley no te exime de cumplirla, en este caso sería: el desconocimiento de los cambios que realizan los espacios virtuales no te da pretexto para incumplir todas las alteraciones que de manera unilateral realizan.
No vamos a negar que los navegadores de internet nos hacen más fácil la vida -atrás quedaron los nada prácticos y poco funcionales para el usuario promedio-, no obstante, debemos de tener claro que detrás de esos programas existen empresas, toda empresa busca un beneficio, por lo tanto, tratará de obtener ganancias a partir de las posibilidades que nos ofrecen, a veces ocultando sus intenciones en cómodos juegos, en información y contenidos. Es común que cuando abrimos el navegador salten anuncios con la leyenda: «cosas pensadas para ti», avisos ajustados a nuestros intereses, no caemos en la cuenta que cualquier búsqueda, cualquier visita a una página, es una manera de proporcionar información a los navegadores, de mostrar todo lo que somos, aunque no somos todo lo que mostramos.

Mitchel Ríos

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